miércoles, 24 de junio de 2009

Mamá, quiero ser mafiosa

Me flipa el aura romántica que envuelve el mundo de la mafia. Ya me lo dijo Nico, mi hermano mayor, el verano pasado. No podía seguir perdiendo el tiempo en la piscina con las lelas de mis amigas, debía emplearlo en algo más provechoso como ver cine negro. “Cada hombre tiene su propio destino, hermanita”, decía imitando la voz de El Padrino. “Que parezca un accidente”, susurraba cuando me pasaba las pelis bajadas del Emule.

Empecé con las más recientes del género: Promesas del Este, de David Cronenberg; Pulp Fiction, de Quentin Tarantino; Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles; o las series The Wire y Los Soprano de la HBO.

Entonces, me enamoré. De nadie en concreto, del patrón en general. Del gángster clásico y del reciclado. Y supe desde el primer instante, que no era el amor adolescente por el que sufren Patri y las demás, esto era más bien un sentimiento de pertenencia, un algo más digno y férreo. Era amor del verdadero.
Y es que la voz profunda e hipnótica de Vito Corleone, el fiera que creó Coppola, consigue que pase por alto sus innumerables asesinatos, que olvide el pánico de los disidentes y confunda la sangre con salsa para los spaghetti.
La cicatriz seductora de Tony Camonte, el cruel Scarface de Howard Hawks; tanto de lo mismo. La ternura grasienta de Tony Soprano, quien siempre me ha recordado a un enorme pollo frito desmenuzado en un cubo de cartón; otro ejemplo más. Me atrapan, puro magnetismo, me fascina su encanto ambiguo de bella y bestia, todo en uno.

“Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón, quise ser un gángster”, dice Henry Hill al principio de Uno de los nuestros de Scorsese. Pues yo también. Son gordos pero entrañables, ricos pero generosos con sus esposas, bárbaros individualistas que darían un brazo por no traicionar a sus colegas, sus protegidos.
Las películas y las series que protagonizan son igualmente ambiguas, ¿alegra o entristece que Carlitos Brigante sea tiroteado en el Atrapado por su pasado de Brian de Palma? Es un crápula, un indeseable, un trapichero y un verdugo, pero a mí, ¡a mí me da una pena verle allí tendido con más agujeros que un queso gruyere!

Es así, me siento más cercana a los mafiosos que a los superhéroes de capa y puño y braguita por fuera. A mí me van más los sombreros borsalinos, las gabardinas y los manteles de cuadros rojos y blancos. A mí me tira la elegancia de Al Capone, los bajos fondos, la ley húmeda de los hombres secos de espíritu.


Ya está. Lo he decidido. Voy a lanzarme de este trampolín al hades de la mafia, a las catacumbas de lo moral. De cabeza, doble pirueta y salto mortal. Voy a dejarlo todo para ganarme su confianza, voy a trepar entre sus barrigas y llegar a la cumbre del crimen organizado. Tendré que hacer maletas, puede que me quepa todo en mi funda de violín. Unas balas, un fajo de billetes y un traductor Power Pocket con frases hechas en ruso e italiano.


Tendré que escribirle algo a mi madre, la mia mamma. Algo para que aguarde a su hija hasta que vuelva convertida en un capo de cien kilos y le ponga una casa más grande que el polideportivo de Fuenlabrada. Tal vez podría ser algo como:

Cara mamma, quiero ser mafiosa. Ya ves, lo mío es vocación. Sé que te parecerá algo extraño que me vaya así, de repente, pero nadie me ha obligado, en serio. Es Cosa Nostra, cosa mía. No puedo luchar contra mi propia naturaleza y mi naturaleza, mamma, es ser una gángster y usar metralleta. No te asustes, no hay nada que temer. El padrino va a cuidarme y pienso comer pasta boloñesa todos los días. Dile a la abuela que seré honrada, prometo no matar por la espalda ni delatar a mis hermanos. Extorsionaré lo justo y siempre a gente mala o fea. Despídeme de Toby, de Nico y de papá.

La tua figlia, Junior Bortireli

Por cierto, el otro día me preguntaste que qué quería de regalo para mi cumple. Ya lo sé, creo que me vendría bien un potente quitamanchas.


El cine recordará mi nombre. Mis gestas darán, como mínimo, para una trilogía.

Publicado en La Bultra Junio09 http://www.labultra.com/

miércoles, 17 de junio de 2009

Seis meses más uno

Uno de enero. Empieza mal el año. Insultos, reniegos, portazos. Me da tanto miedo preguntarte si todavía me quieres.

Dos de febrero. En el baño encerrada. El agua corre y crees que mitiga tus risas a través del teléfono, esas que no compartes conmigo.

Tres de marzo. Las paredes de casa me devuelven el eco. Te has ido. Me odio por pensarte a cada minuto, cada segundo.

Cuatro de abril. Llueve. Le digo a Leo que me quedo en casa, otra vez. Me pregunto si estarás corriendo bajo la lluvia, dando saltitos, como sólo tú sabes.

Cinco de mayo. ¿Sabes? Te odio. Me repugnan tus saltitos y tus risitas. Espero que el polen intensifique la alergia y tus ojos terminen explotando. Sufre, María, sufre mucho.

Seis de Junio. En realidad tampoco la quería tanto. Con lo que disfruto yo del verano y ella siempre quejándose del sol, de las moscas y de ciento volando. No está mal estar solo en verano…

Siete de Julio, San Fermín. ¿Qué hago en casa en un día de fiesta? Me he lanzado a la calle y Leo me ha presentado a una tal Margarita. Las flores huelen a futuro, hoy empiezo una nueva vida.

lunes, 1 de junio de 2009

Noche de escamas

Un post-it manoseado en el bolsillo de mi gabán. Una dirección que suda callejones. Los escalones se dilatan. Mis poros crujen.

La estancia está a oscuras pero presiento que mi aliento no es el único que ocupa el espacio. Susurro. ¿Estás ahí? Una voz profunda y vetusta se abre paso entre las sombras. Quítate la ropa que hay temas por atar. Mientras me despojo de todo lo sobrante empieza a sonar el Master and Servant de Depeche Mode. Y a mí ya sólo me quedan las escamas.

De pronto, una luz tenue y dos ojos negros. Respiro sudores claroscuros y agridulces, un frío que hierve me invade hasta el epicentro. Qué bello eres. Qué sabia sabes. Qué ricos tus pasos. ¿Me dejas trazar una línea? Sólo si puedo traspasarla. De acuerdo, espera.

Cierro los ojos y dejo atraparme. Expiro emociones que me recorren el escote. Sonidos de hebillas, sabores metálicos. La escena del día empieza a liarse. El cuero y la cuerda me abrochan desnuda. Me tensan. Se tensan. Te tensas y deslizas los lazos de un lado a otro. ¡Átame! Te lo ruego a golpes de beso y respondes con garras acuosas y caricias que someten. Me sacudo sólo para que refuerces el nudo. Tus líneas me abrazan y yo me doy entera hasta que de mí sólo queda un leve suspiro.

Nuestra sesión de bondage culmina con tules. Nos embalamos juntos y nos volvemos transparentes. Tus yemas de los dedos, la parte de atrás de mis rodillas, tus lóbulos, mis entrañas. Atemos bien el fardo y escondámonos hasta que otros amantes nos encuentren. Un poco más fuerte. Apenas, un poco más.


Let’s play Master & Servant. Y nademos entre los nudos de esta noche húmeda.
Imagen de Gustavo López Mañas (preciosa, ¿verdad?)