lunes, 6 de diciembre de 2010

Delhirando

Una familia india finge estar posando para una foto mientras el fotógrafo, un joven que no puede contener la risa, desvía su cámara para arrebatarme unas imágenes furtivas. Mi acompañante se coloca detrás del chico y le echa un ojo a su pantalla. En efecto, me está encuadrando a mí. El segundo paso es preguntarme Sorry Mam, can I take a picture of you? Y yo, claro, poso y sonrío y cedo a sus peticiones alegremente.
Después de comprobar mi actitud colaboradora, la madre, la abuela, el tío, la tía, las cuatro hermanas, los sobrinos y cuñados y primos y primas, se abalanzan soltando grititos. Primero con los chicos, luego con las chicas, ahora con los niños. Me pasan a su bebé para que la sostenga mientras suelto mi enésimo “cheese”. La abuela me toca el pelo amarillo mientras dice Aaaahhhh... y las mujeres se tapan los dientes mientras sus maridos hacen chistes sobre occidentales muy graciosos, o eso creo.

Y yo pienso...

Pongamos que una familia india media logra costearse unas vacaciones, aunque sean en territorio nacional, una media de una o dos veces en toda su vida. Dichas vacaciones se convierten en una especie de hito, una fecha digna de ser recordada y festjada. Digamos entonces que dicha familia india media revisa las fotografías de sus maravillosas vacaciones, aunque sean en territorio nacional, una media de una o dos veces al año. Teniendo en cuenta que la media de vida de la población india es de 63 a 65 años, puede que esta familia vuelva a ver sus preciadas fotografrías de las vacaciones en territorio nacional que tanta envidia despiertan entre sus vecinos unas 60 veces a lo largo de sus vidas (quitando años de paludismo, malaria o revueltas varias que hayan impedido que se lleve a cabo la ya tradición familiar). Si en este viaje, unas 50 familias indias se han fotografiado conmigo…me pregunto cuántas veces estaré en la retina de esta gente. 50 familias * 10 integrantes * 60 revisiones de las fotos * 2 retinas = 60.000 exposiciones de mi rostro amarillo.

Y este insólito hecho me convierte sin comerlo ni beberlo en ¡una nueva celebrity mundial! Señora, ¿quiere un autógrafo también?

Un poco de narcisismo no le viene mal a nadie, después de mis cálculos me siento estupendamente. Nunca seré tan famosa como Hánuman, su omnipresente Dios mono, pero me conformo con esta popularidad contenida que me han brindado los genes que me hacen rubia. Por los siglos de los siglos seguiré apareciendo en las fotos de esta gente, sonriendo, sudando la gota gorda y con una mordedura de hormiga mutante en el tobillo.

Del Delhirio de Delhi a la posteridad…