martes, 4 de enero de 2011

Muerte en Arkansas

Irma se chupa los dedos en plena calle. Odia la sensación de lija que te deja la tiza después de dibujar el cielo. Se los chupa bien y 1 y 2 a pata coja, 3 y 4 con las dos piernas, 5, 6 y un pájaro negro con pinta de cachorro se estampa contra el cielo. Del cielo al cielo, qué vida tan corta. Irma no comparte el cinismo del destino. Qué cruel, piensa.
Recoge al pájaro con sus manos de saliva. Le da un beso y lo deja en la acera para seguir saltando. 1 y 2, a pata coja, 3 y 4 con las dos piernas, 5, 6 y ¡cielo! Y 6, 5, 4 y 3, 2 y 1. Su madre la llama y ella se convierte en una pesimista hasta que cumple los 13.

A y G se han ido al parque. G está cansada de tanta rutina, le ha dicho a A que ya basta, que así no puede. Siempre en chándal, siempre a deshora, siempre quejándose de lo malo que es trabajar en un sitio cerrado, con ese olor a metro que tiene el metro. G le ha dicho que sí, los metros huelen a metro, las casas a casa y las cajas a muerto.
A no lo ha entendido pero ha pensado que es mejor tenerla contenta. Se ha quitado el chándal, la ha llevado al parque, se han tumbado en la hierba y han vuelto a casa a los cinco minutos, después de que veinte pájaros negros les cayeran muertos encima. Cadáver, esto nuestro está cadáver, ha concluido G observando a un mirlo agonizante.

Leo no entiende las integrales. Su madre se emperra pero él no lo entiende. Ayer vio los fuegos artificiales desde la habitación. Habían quedado todos para pillar unas cervezas y acercarse juntos al muelle pero Leo no apareció. Esta mañana ninguno de sus colegas se lo ha recriminado, todos suben fotos y se dejan comentarios sobre lo grande que fue la noche. Rebeca se enrolló con otro y nadie parece recordar que a Leo podría dolerle.
Leo se levanta de su silla y se conecta a la Play. De espaldas a la ventana, no ve como cientos de mirlos caen del cielo y se incrustan en el suelo. Parece que últimamente Leo se pierde todo lo bueno.

Pedro llegó a Arkansas el mes pasado. Barre las calles de madrugada, después de que su jefe le recuerde que debe ser más agradecido. Métete en Google para ver quién es Pamela Anderson, un poco de cultura popular no le viene mal a nadie, recita a diario.
Pedro empieza su turno a las 3 y termina a las 10. A las 10 y 10 se va a la biblioteca y estudia a los clásicos para sacarse el bachillerato.
A las 9 y 55 de la mañana, llueven 5.000 mirlos muertos y le joden la jornada.

Llevaban unos días debatiéndolo en el consejo. Esto ya no merece la pena, decían algunos. Las líneas de alta tensión, los canales secos, el vertedero que crece y las lombrices que cada vez saben menos.
Hay que hacerlo impactante, opinaban otros. Hacernos oír, que no puedan achacarlo a una compañía sino a la condición humana al completo. Que no encuentren una excusa, que es un suicidio voluntario, ¡ya no queremos vivir más con vosotros, sois insoportables!
Decidieron la fecha y lo llevaron a cabo pero su hazaña pasó desapercibida. “5.000 mirlos mueren de estrés a causa de los fuegos artificiales de año nuevo”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bonito. Qué triste... ¡Pero qué chulo!