lunes, 10 de diciembre de 2007

Christopher versus Millie

“Los científicos acabarán por descubrir algo que explique los fantasmas, igual que descubrieron la electricidad que explicaba los rayos, y a lo mejor resulta que es algo sobre el cerebro de la gente, o algo sobre el campo magnético de la Tierra, o podría ser algo sobre una fuerza completamente distinta. Y entonces los fantasmas ya no serían misterios. Serían como la electricidad y el arco iris y las sartenes que no se pegan”

Pero Millie cree en los fantasmas y no quiere que sean algo razonable, quiere que sigan formando parte de esa parcela maravillosa que ocupa lo inexplicable. La adrenalina del pasillo oscuro, la esperanza de que sigan ahí los que no quieres que se vayan.

“Y por eso un perro al que el veterinario le ha hecho una operación realmente importante y tiene clavos que le salen de la pata si ve un gato se olvida de que tiene clavos saliéndose de la pata y corre tras él. Pero cuando a una persona la operan tiene una imagen en la cabeza del dolor que sentirá durante meses y meses. Y tiene una imagen de todos los puntos que le han dado en la pierna y del hueso roto y de los clavos e incluso aunque vea que se le escapa el autobús no corre porque tiene una imagen en su cabeza de los huesos aplastándose y crujiendo, y de los puntos soltándose y de más dolor aún.”

Pero Millie pierde fácilmente la perspectiva, como los perros. Se enamora de los hombres más inadecuados, aún sabiendo de antemano que van a aplastarle el corazón y la cabeza le va a crujir tanto de dolor que incluso las pestañas se le van a ir soltando poco a poco, una a una, al mismo ritmo al que van las cosas en una mesa de tortura china.

“La gente dice que Orión se llama Orión porque Orión era un cazador y la constelación parece un cazador con garrote y arco y flecha. Pero es una verdadera tontería porque no son más que estrellas, y podrías unir los puntitos como quisieras, y hacer que pareciese una señora con un paraguas que saluda, o la cafetera de la señora Shears, que es de Italia, con una asa y vapor que sale, o un dinosaurio.”

Y Millie sabe que le vendría bien un poco más de praxis, pero no puede evitar ver siempre el lado poético de las cosas. Se duerme con el libro encima de la cara y sueña que Orión, el cazador cosmonauta, la rescata con su garrote y su arco y su flecha y se la lleva bien lejos, más allá de las estrellas palmarias…hasta vías remotas donde el malo maligno del pensamiento pragmático no pueda ya encontrar ni una miga de su humilde pero imprescindible imaginación.

Citas de El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon.
Regalo de Julio, muchas las gracias
.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Funciones

He estado mucho tiempo reflexionando sobre mi función aquí, mi función primera en la vida, en el mundo. Siempre he sostenido esta tesis sobre un papel a desempeñar, más allá de tu ocupación o las circunstancias que te rodeen. Todavía recuerdo la de litros que lloré al ver La joven del agua, tantos que pasó a llamarse La joven de la inundación. Y no fue tanto por la trama sino por la materialización de mi teoría de juventud: cada uno con una función, pequeña pero totalmente imprescindible.
Durante un tiempo pensé que mi función era “querer a la persona a la que tenía al lado”. Creía que su función era una función superior y que necesitaba alguien al lado que le diera apoyo. Ahora lo pienso y me doy cuenta de que no era más que una manera de empequeñecerme, de dejar a otro la responsabilidad, de huir de mi verdadera función.
Después empecé a pensar que mi pequeña función era la de “hacer sentir a la gente importante”. Y no me pongo medallas de mejor amiga ni de empleada del mes, es solamente que creo que soy buena haciendo que mis amigos, hermanos o incluso Yanaka, la chica del Super Internacional, sepan que son buenos en algo. Muy buenos. Los mejores.
Esta función me gusta más pero reconozco que sigue quedándoseme un poco ajena…A lo mejor la gracia está en que sea alguien externo el encargado de iluminarte acerca de tu propia función, alguien que sepa descifrar tus verdaderas habilidades, tus fuertes más fuertes; un sherpa del destino y las funciones vitales. Y tal vez sea esa misma mi función, “decirles a los demás cual es su función en la vida”. No sé, es como si en los otros lo viera tan claro todo…
Hacer sentir a la gente como en casa, fundar una asociación de adictos a la mermelada de frambuesa, escribir para alumbrar, alumbrar los caminos con farolas desvencijadas, aprender para después contar, salvar a una especie de pájaros en extinción, mimar a los demás, tener hijos y conseguir que sean buenos…
¿alguien puede decirme cual es mi función verdadera en esta vida que ahora me ocupa?
Image by Julie Morstad

lunes, 26 de noviembre de 2007

Portrait of Margaret

Te observo entre las flores de mi cortina.
Entre las flores, como en una tumba.
Espío tus mentiras y espero no hundirme en el cristal,
hundirme tanto que lo traspase,
lo traspase, te huela y entonces vuelva a creerte.
Te veo ahí, esperándome sin descanso
y me escondo en el blanco acolchado
de esta tumba de polillas que yo misma que cabo.
Tengo latas de conserva, mil y más para quedarme
pero claro, el sol no cabe en un solo tarro.
Y yo te miro y me convierto,
me convierto en otro alguien, más blanco, mucho más ajeno,
me convierto en una mentira al otro lado de la ventana.
Hasta que me hunda y traspase el acolchado,
hasta que me convierta en cortina amarilla de tanta espera
hasta que muera entre las flores de ésta ya mi propia tumba.


Image by Joe Sorren

martes, 20 de noviembre de 2007

Es un milagro tener tiempo para leer cuentos

Llevaba tiempo sucediendo, los cambios en el barrio habían empezado con un inapreciable chasquido de la lengua contra el paladar del Señor Mott, “tsch”, acaudalado bigotudo de poco escrúpulo y mano sudorosa.
Tras el chasquido, todo fueron tejemanejes. Primero el Señor Mott compró la tienda de legumbres del viejo Bernie para abrir una guardería canina.
- ¿Qué querías que hiciera, Klaus? Me compró las alubias a 1.000 billetes el zapato.
- Eso tuyo de pesar la mercancía con zapatos…
- Zapatos no, ¡zapato!, todo pesa un zapato o medio zapato, así la gente no te viene con tonterías…250 gramos y pico, ¡anda ya!
- Ya, pero tú no querías vender…
- ¿Y quién habría cuidado del bandarra de Cordón? Yo ya estaba a punto de jubilarme y cualquier día estiro la pata…ahora al menos tengo suficiente para dejarlo bien cuidado en la guardería canina, bandarra Cordón, pobre porvenir para la orfandad…
La siguiente en caer en las redes del progreso fue Morissette, peluquera haitiana que nunca había tocado tanto dinero junto como cuando metió la mano en el bolsillo del Señor Mott.
- Ai Klaus, aquello palpaba como la seda bordada de Dominicana, puro lujo caribeño.
Desalojados los secadores, se abrió un take away de comida rusa en el que contrataron a la misma Morissette como jefa de cocina.

Klaus volvía a casa un jueves rosa-palo pensando en el feng shui, ¿por qué no lo aplicaban también a la decoración urbana? Aquel barrio no tenía ninguna pinta de estar orientado hacia el lado correcto…Al girar la esquina divisó una enorme alfombra roja en el suelo, repleta de regalitos infames de los pequeños usuarios de la guardería cercana. La alfombra llevaba directamente a un nuevo comercio “La tienda de Milagros”. Un tablón de anuncios informaba de que en su interior se impartían cursos de milagros, 6 sesiones, infalibles. Klaus negó más de tres veces y se fue a por unos pinchos de huevas de salmón, nadie los hacía como la haitiana.
- ¿Has visto lo del curso de milagros?
- Sí, justo acabo de verlo. ¿Esto también ha sido cosa de tu mecenas Mott?
- ¡Claro!, ¡es él el que da el curso!
- Lo que nos faltaba…
- Va en serio, mon petit Klausette, él mismo utilizó los milagros para enriquecerse, y no se puede decir que le haya ido mal, ¿verdad?, ¿nos apuntamos?
Las huevas le parecieron pelotas jugando a la petanca en su propio esófago.

Klaus ni siquiera recordaba el momento en que le convencieron pero el caso es que allí estaba, en la primera sesión del curso de milagros. Bernie, Morissette, Klaus, un ruso de nombre incomprensible que trabajaba como repartidor en el take away y Page, la hija adolescente del Señor Mott a quién Morissette no podía dejar de mirar.
- Parece que vaya pintada como un fantasma.
- Shhht, chitón. A ver si nos oye el jefe y nos echa de aquí a patadas – Bernie sudaba.
- Una vez a mi tía Frances se le apareció un fantasma igualito…
- ¡Mo!, ¡ri!, ¡ssette!
El Señor Mott entró en la sala con un pose ilustre y Morissette carraspeó, tontaina.
- Buenas noches y bienvenidos al primer curso de Milagros de esta humilde escuela…
- No te enrolles, papá – soltó Page.
- ¡Tsch! – alegó el padre, cuya imagen había perdido credibilidad en cuestión de un chasquido de lengua contra paladar.
El Señor Mott enumeró con pulcritud las bases teóricas del milagro contemporáneo y, para sorpresa de Klaus, éstas parecieron fundadas e incluso ¿científicas? Tras una breve introducción, pidió a los asistentes que dijeran en voz alta los milagros que perseguían.
- ¿Morisette?
- Yo quiero…mmm…yo quiero que el negocio fructifique y me venda usted una franquicia del tekiguey.
- ¿Señor Rogeliostripokonov?
- Cocinero jefe – comentario al que siguió la mirada desconfiada de Morissette, pues a ella nadie le quitaba el trabajo, ni un ruso venido de la misma Rusia.
- ¿Bernie?
- Que mi perro Cordón, bandarra Cordón, sea como un diccionario de sinónimos.
- Pero para eso tendría que hablar o escribir y que hable o escriba convierte el milagro en dos.
- ¿Eh?, Ah, pueees, entonces, que aprenda a escribir.
- ¿Klaus?
- Que el barrio vuelva a ser bonito.
- ¿Page?
- Que esto se acabe pronto y me compres la moto que me prometiste.

Maestro y alumnos se esforzaron mucho en las 5 siguientes sesiones. Los aspirantes fueron instruidos en alquimia, artes marciales, lógica filosófica, papiroflexia y repostería; disciplinas que aparentemente no tenían nada que ver con los milagros pero que, según el Señor Mott, eran cruciales para curtir a los decididos candidatos.
En la última sesión, el maestro lloró y abrazó durante zapato y medio a todos y cada uno de los alumnos. Incluso Page se mostró más humana aquel día y acabó besando el bigote de su padre, quien no dejaba de sudar de alegría. Los alumnos se sentían plenos, avasallados, ninguno había cometido milagro todavía pero eso era lo de menos. El Señor Mott les había unido para siempre, había sido un curso breve pero extrañamente especial. Salieron por la puerta riéndose a carcajadas y fue Klaus el primero en darse cuenta:
- Page, creo que esta moto con lazo lleva tu nombre en las llantas…
- ¡Se ha acabado el curso y tienes una moto nueva!, ¡Es tu milagro! – gritó Morisette emocionada.
Todos saltaron alto, las farolas parecían flexos. Después de una nueva sesión de besos, se separaron y se fueron cada uno por su lado.
Cuando Bernie llegó a casa, dejó su abrigo y se abalanzó sobre la butaca, ¡Cordón Bandarra! Cordón apareció moviendo la cola y luciendo un papelito sujeto al collar en el que ponía “Macarra, Gamberro”.
- ¡Dios mío, el perro ha aprendido a escribir y además busca sinónimos!, ¡esto son dos milagros en uno! Jubilado y listito para la beatificación, éste barrio es la monda…

Al día siguiente el Señor Mott le dio la noticia a Morissette, el negoció iba viento en popa y era el momento de que ella se encargara de su propia franquicia.
- Ay Señor Mott, ¿no hará esto porque yo se lo pedí en el curso de milagros? De verdad que no tiene usted ninguna necesidad…
- Que no, que no, de veras, si es que nadie cocina como tú las huevas en esta ciudad. Lo único que te pido es que tú misma escojas al nuevo personal…y tendrás que instruir al cocinero jefe para la tienda que vayas a dejar.
Morisette miró de reojo al ruso de nombre incomprensible.
- ¡Eh, ruso! Tengo un milagrito para ti… - y el ruso le propinó un beso de tornillo para cerrar el pacto.
Klaus estaba esperando fuera del take away al Señor Mott, tal y como él le había pedido. El Señor Mott salió de la tienda con la boca llena de huevas.
- Perdón, tenía unos asuntos pendientes….tal y como te iba diciendo, Klaus, necesito un asesor para emplear todo este patrimonio mío. Tengo un humilde proyecto: mejorar el barrio y poco a poco irlo dejando bonito…

viernes, 16 de noviembre de 2007

Hace casi un año...

Éste es el mail que hace un año desencadenó una ristra de 75 respuetas, debates, abucheos y risas entre mis amigos... Es gratificante comprobar que por mucho que tiemble la tierra, hay opiniones que, como los amigos, se mantienen firmes:

"Nunca habia visto un cartón piedra de mayor calidad que el de esta ciudad con alma de gasolinera de lujo.
Los Angeles huele a árboles a pesar de que las luces de neón intenten engañar a tus ojos, inocentes ellos, en búsqueda de la ciudad que no existe. Es un gran suburbio que parece haberse construido para la exposición universal de turno, con la misma rapidez con la que se monta y desmonta la granja de Pin y Pon. Pero el verde es tan verde y el azul tan azul...¿verdad, Laura?
Os mando una foto de la playa de Santa Monica. El atarceder es tan sereno que dan ganas de tener perro."

domingo, 11 de noviembre de 2007

Lo que uno calla

“Las cosas que uno calla siempre son las más importantes”.
Acabo de ver Cosas que nunca te dije y, es verdad, técnicamente ha envejecido raro pero su discurso sigue siendo válido, así como los domingos siempre seguirán siendo fluctuantes e irresolutos o el té tan caliente que te olvidas de él para acabar tomándotelo frío. Así es, lo que uno calla siempre es lo más importante pero en mi opinión a veces callar es lo más parecido al olvido, bueno a la úlcera sangrante y al olvido. A lo largo de los años, he tenido que aprender a contar las cosas un poco más, a quejarme en voz alta para que así la bola disminuyera de diámetro. Y me ha ido bien, no me quejo, pero hay verdades tan reales y tan irracionales a la vez, que casi es mejor que ese día el cartero se equivoque de buzón o la línea enemiga responda que “ha sido imposible establecer la comunicación, pruébelo de nuevo más tarde”. A veces el más tarde pasa y pasa hasta que te olvidas, te tomas el té tan frío que ya no sabes ni lo que esperabas, la cremallera funciona, el pantalón te ajusta de nuevo y la vida sigue como si nunca hubiera sido tarde de domingo.


Image by Libélula de Nueve Pulgadas

jueves, 8 de noviembre de 2007

El día en que nací, nacieron todas las flores...en Rusia

Me acabo de enterar de que el 7 de noviembre de 1917 los bolcheviques tomaron el Palacio de Invierno, residencia oficial de los zares, hoy Museo del Hermitage. También fue un frío 7 de noviembre de 1879 (digo frío porque era Noviembre y Rusia todavía no estaba azotada ni por el cambio climático ni por el Gore-tex) cuando nació León Trostky, revolucionario soviético y ex-lío de Frida Kahlo (qué me gustan a mí los detalluscos sentimentales).
El domingo fui a ver Promesas del Este en la que, cómo sabéis, Vigo Mortensen hace de ruso. Y fíjate tú qué coincidencia, el martes fui a un concierto de autores rusos: Rachmaninov, Tchaikovsky, Prokofiev. Además resultó que se trataba de la jornada de conmemoración de los 30 años de relaciones diplomáticas entre España y Rusia y hablaron el embajador y demás personas de barriga redonda.
Soy extrañamente rubia cuando casi nadie de mi familia tiene el pelo claro, solamente hay dos exponentes más y ya están calvos, así que tengo que ponerle un poco de fe al tema…
¡El año que yo nací se celebraron los Juegos Olímpicos en Moscú e incluso hay un restaurante ruso en mi propia calle!
Si la protagonista de la peli de Cronenberg se llama Anna Ivanovna por ser la hija de Iván…pronto vais a conocerme como Elena Rogeliovna, ¡dios!
O todavía mejor:
Próximo titular, “Bort conquista el Kremlin y San Petesburgo pasa a llamarse Bortingrado”. Bueno, que sepáis que no pienso mandar a ningún perro más al espacio… Ai Rusia, Rusia, el destino es nuestro…

miércoles, 7 de noviembre de 2007

La melena más larga...

Un año más, unos centímetros más para mi melena.

Me acuerdo de los cumpleaños de mi infancia, esos sábados por la tarde sobre la moqueta de la salita. Las invitadas eran veinte, todas niñas, estrenando los conjuntos de invierno que sus madres les habían comprado con las primeras nieblas. Leotardos y faldas plisadas. Mis hermanas me ayudaban a prepararlo todo. Hacíamos las invitaciones a mano, con cartulina pintada, y trabajábamos desde la mañana para que todo fuera perfecto. Las niñas llegaban sobre las cuatro de la tarde, mi madre recogía sus abrigos acolchados y se descalzaban en el pasillo para no ensuciar la moqueta. Yo les proporcionaba un papelito con su nombre que dejaban dentro de los zapatos para así identificarlos. Nunca creí que esta medida fuera necesaria pero después de que dos niñas se confundieran de zapatos un año y la que había venido con botas se acabara marchando con zapatos de charol, mi madre creyó que ésta sería una buena solución. Las niñas me traían sus regalos, muñequitos, estuches, lápices y gomas con formas de fresa, pingüinos que cantaban “somewhere over the rainbow”, y yo los abandonaba encima de la cama para verlos más tarde todos juntos, cuando todas se fueran y yo me quedara sola, rica.
Después venían los juegos iniciales y explotábamos globos con una aguja. Mireia Prades siempre lloraba porque le daban miedo los globos, mi hermana mayor se encargaba de consolarla. ¡Cumpleaños feliz!, ¡cumpleaños feliz!, mi padre al piano y encima de la mesa bocatas de nocilla y de chorizo con mantequilla Tulipán. Coca-Cola, Fanta Naranja y pastel casero para el que la mitad de las invitadas ya estaban demasiado hartas.
Entonces entraban mis hermanas en acción y jugábamos al Un, Dos, Tres; una era Maya Gómez Kemp y la otra la azafata que nos presentaba, “éstas son Marta y Maria Rosa, gemelas y procedentes de Mollerussa”, “éstas Mariona y Sheila, vecinas de este edificio y amigas de la homenajeada”. Y así hasta que oscurecía.
Cuando iban a irse y sus madres ya les estaban colocando las bufandas hasta las cejas, les dábamos un saquito de chuches elaborado con celofán de colores. Un suspiro y hasta el próximo año, había llegado el momento de escoger el estuche que llevaría el lunes al cole.


Ejércitos de ciervos se deslizan por mis crines, juegan al un, dos, tres, pica pared y al que primero llegue a mis tobillos, le toca el trozo de tarta más grande.
Image by Miss Van

lunes, 5 de noviembre de 2007

¿Un blog para chicas?

Me han dicho que mi blog es muy “de chica”, un blog escrito por y para gente de mi edad y, ante todo, de mi género. Lo he estado pensando y en parte tienen razón, yo escribo sobre lo que conozco, sobre mi mundo de cosas pequeñas: un relato sobre una chica que se tropieza con el amor de su vida en la sección de ultramarinos, lo que hice el sábado pasado, el maravilloso mundo de las fundas de sofá estampadas o los fondos de pared color turquesa. Sí, escrito por una chica pero no sé si solamente para chicas.
En la película La Joven Jane Austen hay una conversación en la que su propio Mr. Darcy no-imaginario le dice que su escritura carece de interés porque escribe como una mujer y que, para escribir como un hombre, le faltan todavía experiencias vitales. ¡Pero es que por muchas experiencias que vaya a vivir, yo siempre las analizaré bajo mi prisma femenino y así es como pienso contarlas! ¿Es eso malo? Está claro los tiempos han cambiado y no creo que a estas alturas alguien opine que una mujer no puede escribir género policiaco o ciencia ficción pero ¿por qué el hecho de contarlo como una mujer nos reduce a un público femenino? A mí me gusta sentirme incómoda cuando Stephen King describe como alguien se desangra, también habrá chicos que lean “La mujer del viajero en el tiempo” y disfruten de la combinación de fantasía y juego de tazas de té. Defiendo los gustos, los temas y los géneros pero no creo en la literatura para hombres o para mujeres, me niego. ¿Es menos desgarrada la poesía de Pizarnik porque ella se llame Alejandra?, ¿tan sólo pueden disfrutar de ella las mujeres argentinas, depresivas y más bien menudas?
No, no, que no, que no puede ser.
De hecho creo que ésta es precisamente una de las grandes magias de la lectura, la de introducirse en mundos extraños a los que uno no pertenece, sean el hades habitado por los más horribles demonios o la balda cuarta en mi nevera sumergida. A mí me encanta descubrir lo diferente que soy de Murakami, japonés y lunático, y lo que pueden llegar a atraparme sus viajes tan fantásticos que hasta los gatos hablan. O lo poco que tengo que ver con Salinger, americano recluido que no sale de casa ni para comprar el pan por miedo a que una fan le estampe en la cabeza la biografía con uñas que escribió su propia hija y, en cambio, lo muy cercana que me siento a sus personajes Franny o Zooey.
Y que conste que no me estoy comparando con ellos como escritora, tan sólo hablo como lectora. Como escritora reconozco que sí me falta mucha experiencia...eso sí, experiencia de chica. Claro.

domingo, 4 de noviembre de 2007

jueves, 1 de noviembre de 2007

Terracota


















El color de las especias para el cous cous, de la hena, de los edificios de Marrakech...

martes, 23 de octubre de 2007

Perfecto

Hay días que son perfectos desde que empiezan hasta que acaban, una verdad absoluta de la que uno se olvida con el primer dolor de pies que digne a asomarse. Y vale, los tacones son dramáticos pero ¿y el polvo que se mece cuando entra el sol por la ventana?, ¿y las recetas de curry con coco?, ¿y las risas a lo bestia que casi te ahogas?
Hace unos cuantos fines de semana volví a casa de visita familiar. Mis padres me contaron los últimos acontecimientos: algunos viejos amigos a cuyo décimo cumpleaños probablemente habré asistido están ahora destrozados, tristes, perdidos. Y yo me pregunto, ¿de verdad no se acuerdan del pastel de cumple que les hizo su madre cuando cumplieron 10? Todos hemos estado perdidos alguna vez, tristes, destrozados, del revés, pero no recuerdo un solo día en mi vida en el que no me haya acordado de esos días, los que empiezan bien y así siguen hasta que acaban.
El sábado fue uno de esos días. Había un rayo de luz cuando me desperté, una neblina fluctuante mágica. Comí delicias, soñé con siestas a deshora, me compré un libro y la megafonía del FNAC gritó que en una hora tocarían los Facto Delafé y las Flores Azules. Bajé las escaleras dando brinquitos con Jordi de la mano y juntos silbamos un tema inventado al que llamamos “Las casualidades son maravillosas o viva los planes improvisados”.
Empezó el concierto, lanzaron confeti, cantaron al amor, a los domingos y a las sardinas, sonaron cascabeles e hicimos el indio. Y entonces pensé en ellos, en los que ya no se acuerdan de los buenos días, en los que han dejado de actuar, de tener fe, de dibujar flores azules en una servilleta. Me dio un poco pena porque si quisieran ellos también tendrían días perfectos y atardeció. Después me puse tacones, fui al teatro con un grupo de amigos porque teníamos invitaciones, reímos por la calle y acabamos en un local vestido de pop. Casi me ahogo, simplemente perfecto.


miércoles, 17 de octubre de 2007

Hurgando

Hurgué pero no encontré nada del tú que eras antes.
Nada real, nada palpable.
Me contaron que había alguien con una nuca parecida pero yo no la advertí, yo que solía conocer cada unas de sus parábolas.
Entre la trama y la urdimbre de ese mapa absurdo, encontré al fin un buen escondite, un rincón con una granja y gente sencilla que se cortaba las uñas los domingos.
Decidí quedarme e inscribir mi nombre en el tronco más firme,
un tronco anclado de esos que no cambian pero engordan milímetros imperceptibles.
Hurgué y confirmé que seguía siendo la de siempre.
Toda real, toda anclada.
Y me sentí feliz de regar las plantas y mandé bien lejos un paquete express repleto de plástico sin burbujas, polillas sintéticas, tafetán planchable.

lunes, 15 de octubre de 2007

Ella en Manhattan y yo en un rincón de calma

"Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios. Estas palabras nacían sin quererlo de ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque sólo las entendía ella. Las repetía muchas veces, entre dientes, para ver cómo sonaban, y las llamaba "fanfarnías". Casi siempre le hacían reír."
Caperucita en Manhattan, Carmen Martín Gaite.
Como Sara, tan sólo necesito un poco de río y un retal de luna; una capucha, un cuaderno y la libertad serena de quien se inventa nuevas palabras. Vuelvo a casa de la abuelita...

lunes, 17 de septiembre de 2007

Chorreando libertad

Descongelando corazones para cenar, estaba hambrienta del aroma que despide la sangre cuando eres libre.
Ya sólo me queda rascar con las uñas el gotelé y empapelar de nuevo con flores esta caja torácita mía medio anquilosada.
Me sacio y me basto y es estonces cuando más te quiero, cuando sé que mis venas ya no te necesitan.
Image by Btoy

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Todo el mundo tiene que aprender algo

Hará tres años, calculo yo así a lo bruto. Un comedor pintado de lila, un sofá incómodo y migas en las juntas. Mucha niebla. El gato, mis amigas de siempre y el novio de alguna de ellas, uno de esos que ya son ex y con el que habremos fantaseado tantas veces en mandar de cabeza a una isla: la isla de los ex. Nunca hemos acabado de decidir qué ex sobreviviría a los demás, el más caníbal, el gran señor de las moscas; hoy la disputa probablemente se reduciría a un par de ellos, ex perversos que como mínimo nos sirven para ahogarnos de la risa en las noches de buenas migas y juntas.
Ese ex cualquiera de mi amiga de siempre trajo una peli y yo apoyé la cabeza en las rodillas de alguien borroso, de nuevo la niebla. “Todo el mundo tiene que aprender algo...” decía la canción que sonaba, yo me quedé dormida y soñé que ya aprendería otro día.

Tres años más tarde, día arriba mes abajo. Un comedor pintado de amarillo, un sofá blandito y migas en las juntas, putas migas de siempre. No hay ni niebla, ni amigas, ni ex, sólo el gato que apoya su cabeza en mis rodillas y sueña que aprende a hablar. He comprado la peli, la que no pude ver entonces, la he visto y me he dado cuenta de que era hoy cuando debía verla. Hoy la entiendo, hoy puedo aprender de ella y me parece una brillante astucia del sueño el que me obligara a caer la primera vez.
“Maybe in Montauk”, los protagonistas de la película se encuentran allí, en la puntita de Long Island, ese rincón que Lorena y yo hicimos nuestro y que significó una laguna de tranquilidad en medio del frenetismo de nuestros días neoyorquinos.
Barnes & Nobles es la librería donde la protagonista trabaja y donde le reencuentra a él. Es también la librería en la que escribí todo mi repertorio, lo leí, lo releí, lo borré y lo escribí de nuevo, la guarida perfecta de Union Square para los tantos días de lluvia.
Además los dos protagonistas se someten a un borrado de cerebro para olvidar los recuerdos referentes al otro. Y yo juro que ahora entiendo esa necesidad de amnesia, hay veces que es imposible seguir con tu vida hasta que te inventas una laguna, una guarida de la lluvia.


“Brillo eterno de la mente inmaculada”, hoy lo entiendo todo y aprendo que esta vez me tocaba vivir antes para ser capaz de aprender después.

martes, 11 de septiembre de 2007

Sólo un mordisco más...


Así es como me quieres, gratuita y sin pepitas.

Me ensucio las mejillas de repetirte los mismos versos,
Te estrujo hasta el corazón y ni un gemido sale.


ÉL: ¿Tanto te gustan las manzanas?
BLANCA: Tanto.
ÉL: Yo prefiero las frutas exóticas.
BLANCA: Ya.... Prueba ésta, si no te gusta no insisto nunca más.

Y mientras el veneno baila por tu cuerpo serpenteante,
yo lamo los restos de este amor en balde.
...a lo mejor alguien pensó que podía extinguirse...

domingo, 9 de septiembre de 2007

De chicas y profesiones, II parte

Es entonces cuando llega el momento decisivo de la lucidez femenina: los príncipes azules las miran a todas y no hay una profesión más perfecta que las demás. A mí me llegó la revelación un martes o un miércoles de esos insulsos, ante un panqueque de dulce leche. Lo vi claro, ya no necesitaba más ibuprofeno, las profesiones iban a ser las que me escogieran a mí, en mis manos tan sólo quedaba la capacidad de decir que no y el placer de dejar aquellos trabajos que me hicieran infeliz. Lo demás, mejor seguir soñando y creer en la justicia cósmica que en los clasificados. No es que piense que esperar el milagro mientras te aplicas laca de uñas color burdeos es la opción definitiva, es simplemente que no merece la pena morir de jaqueca por ello. Las cosas pasan y aunque escojas un camino y trabajes duro, cosa que no hay que dejar de hacer, siempre habrá señales que te hagan cambiar de destino cien veces. Importante: hay que hacerles caso a las señales de tráfico, a todas menos al Ceda el Paso.
Es en ese instante, cuando has ingerido tanto dulce de leche que estás segura de que tu barriga va a convertirse en una especie de cojín de plumas, el instante en el que el ¿dónde? pasa a ser el debate relevante. Voy a ser lo que el destino me depare pero ¿dónde?, quiero seguir creyendo que el dónde está en mis manos.
¿Irse o quedarse?, ¿seguirse yendo o quedarse en alguno de los dóndes a los que me he ido o vuelto o vuelto a irme y a volver?, ¿quedarse o irse por alguien o meterlo en la maleta y pensar juntos en un dónde?
Pienso en los dóndes y me doy cuenta de que es lo único que siempre he decidido yo. No sabía qué carrera estudiar pero sí el dónde estudiarla, no sabía qué beca pedir pero sí el dónde cursarla, no sabía si merecía la pena dejarlo todo por un trabajo de cuatro meses pero era en ese dónde en el que habitaba lo que yo buscaba en ese momento…siempre reflexiono el próximo dónde durante meses y al final acabo sorprendiéndome a mí misma tomando la decisión de repente, sin apenas pestañear. Me sorprendo tanto que ideas como velar las tumbas de Gauguin y Jacques Brel en la Polinesia francesa o pulirles los cuernos con betún a los renos de Laponia no se me antojan rocambolescas en absoluto. Pulir cuernos y tomar café los jueves con el abuelo Joulupukki, mmm, ¿tendrán dulce de leche en Laponia?
Total, que tengo claro que antes viajera que Lupe desgarrada. Cuando ya no hay nada que ofrecer, es mejor la maleta que la hemorragia. Empezaré a pensar en el próximo destino para acabar optando por todo lo contrario, como siempre…aunque esta vez, esta vez a lo mejor compro dos billetes de ida, quién sabe, yo sólo decido el dónde…

martes, 4 de septiembre de 2007

Perla Suárez & me

Me he cosido el bajo del pantalón con la funda del sofá, sin querer. No sé en qué estaría pensando, en hilos o botones no, eso está claro, pero tampoco en ella, no, no, en ella tampoco, seguro. Y ya basta de tener la tele encendida para sentirme acompañado, hombre…me digo algunas veces…aunque…bueno…a lo mejor es que no es cuestión de soledad sino que ya me he acostumbrado y no me gusta nada el silencio, claro, sí, sí, será eso, seguro. Que ya me lo dice María “venga gordo, que tú vales un imperio y haces clack”, ella hace así clack con los dedos, chasqueándolos, y moviendo la cabeza de un lado a otro a la vez en plan Latoya, “y haces clack y te las llevas a todas de cajón”, de cajón dice, “que vamos, estás hecho tú un buen perla”. Y yo pienso que perla es justo como la llamaba a ella, no a María sino a la otra, Perla o Perla Suárez, según si estábamos en plan tiernos o en plan risas.
Y al final va y sin querer, al final estoy pensando en ella y en los motes que…joder, y el bajo con la funda que no hay manera de quitar el hilo éste que ni sé dónde debía comprarlo de lo chungo que parece. Ahora suena el teléfono, mierda, y yo atado a la funda del sofá. Bueno, seguro que es María, volverá a llamar. A veces pienso que suerte de María, que suerte tengo de tenerla como amiga, que sin su clack y su Latoya yo no sé como hubiera superado esto que vamos, que ya tengo del todo superado, vamos, del todo y más, que lo llevo de cajón.
Image by Carmen Segovia

miércoles, 29 de agosto de 2007

A tientas

Más citas…

“No existe espacio si no existe luz. No es posible pensar el mundo sin pensar la luz (lo dijo Heráclito, lo dijo Einstein, lo dijo el Equipo-A en el capítulo 237, lo dijeron tantos). Y sin embargo dentro de cada cuerpo todo es oscuridad, zonas del Universo a las que la luz jamás tocará, y si lo hace es porque está enfermo o descompuesto. Asusta pensar que existes porque existe en ti esa muerte, esa noche para siempre. Asusta pensar que un PC está más vivo que tú, que adentro es todo luz.” Nocilla Dream, Agustín Fernández Mallo.


Me pregunto qué ocurriría si le diera la luz al interior de mi cuerpo…a lo mejor saldría un geranio de mi intestino y las penas, por fin, harían la fotosíntesis.

martes, 28 de agosto de 2007

El lenguaje de los animales

“…en las lenguas de los animales hay muchas menos palabras que en las lenguas de las personas, y solo tienen tiempo presente, no existe pasado ni futuro, y solo tienen verbos, sustantivos e interjecciones, nada más.”
De repente en lo profundo del bosque, Amos Oz.

Y es que no podría haber un plan mejor. Tiempos presentes, tequiero o yanotequiero, sin rastro de pasados aburridos ni hubieras ni hubieses o futuros posibles cargados de planes que ya basta, Elena, que para qué pensar tanto. Una vida con casas, ni bonitas ni feas; caracoles, a quién le importa si babosos, y mandarinas ¡mmm!, y carnavales ¡waouw!
Sin adversativas, condicionales, consecutivas o causales. Sin sarcasmos ni eufemismos ni leche agria en la nevera. Sólo te quiero, caracol, eres ¡waouw! o me gusta tu casa, huele a mandarina ¡mmm!
Y tan felices, aún siendo conjunción, adverbio y adjetivo; con lo justo y necesario para querernos sin palabras.

Os dejo este link, para que os fabriquéis vuestro propio búho y habléis con él sobre la luna y el amor.
http://www.yamaha-motor.co.jp/global/entertainment/papercraft/animal-japan/fukuro/pdf/fukuro_color.pdf

miércoles, 22 de agosto de 2007

De siesta en tus cauces

Me alegro de haber vuelto a tus baldosas, de oler de nuevo tus paredes humeantes, de que la ermita aún sea tan blanca y el mar me recuerde que un día pertenecí.
Hago el muerto en tus aguas hasta ahogarse los castigos, la cara se tensa en forma de pandereta, que todos a coro, ¡juntos!, ¡arriba!
Al fin descansan las ideas de ajo, suspiros y balsas para mis armaduras, pues ya merecían delantales y caldos. Los belfos hambrientos de ganas de tumbarse bostezan nudos de perlas y valvas de sosiego. Que ni tú ni yo estamos para siempre pero este baúl bien podría no moverse…
Busco tu cuerpo de muelles, me quito pendientes, me arranco los ojos y dejo caer mi cuerpo indolente en el gozo de la víspera, la mañana larga y el mediodía versátil, la tarde que canta el pasado no es nunca con ritmos sumisos y olivos de fondo.

jueves, 16 de agosto de 2007

Las normas de la casa






- No, Tonino, ya sabes que está prohibido subirse a la mesa.
- Sí, ya, claro....zzzzzzz.

domingo, 12 de agosto de 2007

The Science of "Dream"

Hace un tiempo ya...

De nuevo en Barnes & Noble, la librería neoyorquina en la que dejo pasar mis tardes observando a los que leen. Hace semanas que llueve y yo espero aquí, hasta que el cielo me de otra oportunidad y me deje cambiar la moqueta por el césped y los lectores por las ardillas del Madison Square Park. Mientras tanto, me distraigo ejerciendo de estantería, observo y escruto a mis contrincantes, muchos de ellos neoyorquinos que sí tienen una casa a la que acudir y que, en cambio, escogen el quicio incómodo de las ventanas de esta librería. No se lo reprocho, aquí nadie te juzga, ni te espera en una de las secciones, aquí nadie va acompañado, ni depende, ni mira al reloj. Los lomos de los libros son fieles y no cambian de idea y la fantasía está al orden del día y me reclama en este mundo paralelo en el que el tiempo ya ha parado.
Hay una chica a mi lado, que no es pelirroja pero que me resulta bien bonita, como una mezcla de tul y filamentos de tabaco… Lee una guía de Camboya, me pregunto si pensará viajar allí o si simplemente ha escogido la guía como libro de lectura. Fantaseo con ello hasta que llego a la conclusión de que si fuera chico, me acercaría a preguntarle si piensa viajar o si tan sólo fantasea. Si me dijera que prepara un viaje, le compraría un cuaderno de viaje, como éste, para que me transportara con él a los lugares visitados, a su vuelta… Si tan sólo estuviera fantaseando, eso sí sería maravilloso. Le pediría si me dejaba sentarme a su lado, los dos en una moqueta voladora, yo en pasillo y ella en ventanilla, que así podría ver el paisaje y es mejor. Le propondría un hotel sin techo, para ver las estrellas de Camboya cada noche, deben ser tan verdes! Le prometería una excursión en busca de caracoles y le diría que la llevaría al punto más alto y al más bajo, al más profundo y al más superficial, al lado más cacahuete de Camboya, al más bonito, al más diáfano. La llevaría a conocer a la persona más sabia de Camboya, que se llamaría Roisin, como la autora del libro que tengo ahora justo delante. Roisin nos contaría cuentos sobre caracoles camboyanos, unos caracoles azulón tirando a petróleo. Luego nos acompañaría al aeropuerto de moquetas y la despediríamos con pañuelos de tul y confeti de cardamomo. No sabríamos si es ella o nosotros los que se habrían ido, pues para siempre nuestro cielo sería como el cielo estrellado de Camboya.

lunes, 6 de agosto de 2007

Tarde de tazas y palabras

"El lenguaje es el sueño más hermoso del hombre,
pero también el más inalcanzable.
Hablar es soñar.
Pues la palabra pájaro,
¿acaso no vuela más alto que el pájaro?
Y la palabra manzana, ¿no brilla más que el fruto?
Y las rosas amarillas,
¿no florecen al mismo tiempo en mis labios que en mi jardín?"

de La pobreza dorada (Maria Antonia Ortega)

Aunque a veces los sueños se convierten en tazas,
y cuando las palpa tu palma gruesa de peladura y costra jurarías que ese fresco de porcelana bien podría ser real. Y te llevas la vajilla entera a tu lengua rasposa y te das cuenta de que son, de verdad, las tazas tazas y las cenefas bonitas.
¿Acaso mis amigas no lo son más que la propia palabra?

Chicas, hoy os extraño más que a todos los poemas.
Gracias Miri por esta cita.
Image by Julie Morstad

jueves, 2 de agosto de 2007

De viaje

Y la bola de cristal responde:
¡Marinera! !Cara de ratón, colorín polvera de encaje y punta!
¿Mañana?, mañana, mañana, mañana alfombra y bolas de pelo...Veo, veo veo ganas y no lares...Cojines y bolis y libretas nuevas sin espiral ni trampas.

Y a mí, viajera intrépida de brújula esdrújula que cree en mapas de fortune cookies, no me queda otra que mandar postales de amor torrencial desde la segunda balda de esta nevera.

No frost and nice trip.
Image by Ray Caesar

miércoles, 1 de agosto de 2007

Furia

Tengo furia amontonada en las ojeras, de los golpes que no he dado, de lo buena que tengo esta cara de buena que ni pegar al aire me sale que mal me siento si daño a nadie.

Tengo fuerza de leyenda en mis brazos de chicle que ni escribir puedo, que se forman montañas que agarrotan mis manos y convierten en puños lo que antes eran buenos los días.

Café con azúcar, que ya no me basto, que ni me acuerdo de las noches enteras de sueño cóncavo y ojera abollada. Que tengo la almohada repleta de gritos de gansos sin plumas que ruegan que sueñe, que sueñe de nuevo, que frías las tienen las ingles descalzas.

Poetas desnudos y vivos los bichos, valiente la pluma de quien no escoge, no hay duda ni furia ni puño ni golpe.
Image by Joe Sorren

martes, 31 de julio de 2007

...el sentido lógico de las cosas...

para los fervorosos del después del 1 viene el 2 y después el 3,
aclarar que la narración completa se leería en el orden:
1. en el atolón noroeste, 2. en el atolón sudoeste, 3. como la espuma, 4. como la levadura
los que, como yo, prefieren el sentido zoo-lógico de las cosas...que disfruten el safari...

Como la levadura

- ¡Achús!
- ¡Salud!
- Gracias
- De nada, náufrago.
Marnie miró a Javier y se acordó de una canción que versionaba Nina Simone “¿De quién sería la original?”. A Javier le entraron unas ganas inmensas de comer pasteles “Mmm, cereza”.
“No es muy alto” pensó Marnie, “No tiene pecas” pensó Javier. Ella le acercó una toalla de ruso azul turquesa y él se secó primero la frente y después detrás de las rodillas.
Aparcaron lo que quedaba del ingenio mecánico en la orilla y se fueron a sentar en el escalón de delante del porche de la casa del atolón Noroeste. Se hizo el silencio entre ellos y pasó una gaviota.
- ¿De dónde vienes?
- Del atolón sudoeste.
- Aahh, ¿o sea que eres tú?
- Sí, yo también te conozco, haces mucho deporte.
- Me ocupa la mente.
- A mí me la ocupa la música, la mente digo. Ahora mismo estoy escuchando a Nina Simone. Una versión de una canción de The Animals, buenísima.
Marnie y Javier hablaron durante horas de las cosas que les gustaban, horas que parecieron días, el tiempo fluctúa raro para los que se enamoran. A Marnie le gustaban las muñecas de papel, las piñatas de barro llenas de dulces y los farolillos de las verbenas. A Javier le gustaban las aceitunas, las pipas de fumar y las partituras en Do mayor. Y a Marnie la purpurina, las libélulas, las canicas, los sauces llorones, las moras y las zarzas, los barreños de colores y la ropa en remojo, el jabón casero y los caracoles, vivos. Y a Javier los inventos, las cáscaras, los superhéroes, el frío y la piel de gallina, la sandía y escupir a propulsión las pepitas de la sandía, las chancletas y los charcos. A Marnie le chiflaba el verbo chiflar, Javier prefería los diminutivos.
Marnie escuchó a Javier recitar unos cuantos diminutivos y pensó “Cómo me gusta este chico”, Javier acabó el recital y pensó a carcajadas “Me chifla”.
- Sabes, en mi atolón no hay ningún ruido, podrías venir conmigo a verlo. ¡Achús!
Silencio.
- Es que en el mío hay unas pierdas tan planas... no creo que las encuentre en ningún otro lugar.
Silencio.
- No, es verdad. En el mío son más bien ovaladas.
Silencio.
Javier se pasó tres días reparando el ingenio mecánico mientras Marnie lo observaba sin cesar desde su porche.
Ella le regaló un cenicero hecho con una piedra plana pintada de azul turquesa.
- Para que fumes con pipa.
Él la besó en la boca, después de tres días dudando si sabría dulce o salado “Mmm, lo sabía”.
- Cuando vengas a verme te haré una enorme piñata.
- A lo mejor, algún día.
Javier se marchó de vuelta al atolón sudoeste, sin saber si moriría de amor o de un constipado. Marnie volvió a sus ejercicios matutinos y ya nunca se le fue de la cabeza esa melodía de Nina Simone “Malditos Animals, a quién se le ocurre”.


Image by Btoy

Como la espuma

Después de tres naufragios, Javier consiguió que su ingenio mecánico flotara. Desistió en el intento de gobernarlo, las leyes de la aeronáutica eran inhóspitas, y decidió abandonarse para que fueran las olas las que le llevaran donde creyeran oportuno.
Marnie estaba recogiendo piedras planas para pintarlas de azul turquesa y adornar el porche de su caserón cuando se quedó embobada observando el oleaje. La espuma de las olas le recordó a las claras montadas de su tía Úrsula, con quien Marnie había vivido toda su infancia.
Úrsula celebraba fiestas de verano en el patio de casa y hacía grandes pasteles de cereza y claras montadas con café y azúcar glasé. Marnie observaba a los invitados escondida debajo de la mesa y se tapaba los ojos cuando alguno de ellos se emborrachaba tanto que no se podía mantener en pie. Solían escuchar boleros y se dejaban el tocadiscos encendido toda la noche. Por la mañana parecían más parte de la flora que de la fauna y yacían entre los rosales hasta el mediodía. A veces Úrsula aparecía con un turbante en la cabeza y se paseaba desnuda por el patio con la excusa de que se había olvidado la toalla en el tendedero y se había dado cuenta justo antes de entrar en la ducha. Parecía la mujer violonchelo de Man Ray, con las carnes blandas moviéndose al compás de sus risas exhibicionistas. Los invitados-arbustos con resaca pastelera se reían con ella y se dormían de nuevo.
En todo esto pensaba Marnie cuando vio un ente flotante sobre un ingenio mecánico en vías de extinción. Venía desde el sur, en dirección a su atolón, y luchaba torpe contra las olas enanas de un mar en calma. Marnie dejó las piedras en el porche y se fue a por la toalla que colgaba de su tendedero. El invitado desconocido se acercaba cada vez más a la playa y no dejaba de estornudar.

viernes, 27 de julio de 2007

En el atolón Sudoeste

Javier decidió dibujar un croquis de lo que creía sería el ingenio mecánico que le llevaría de expedición a los demás atolones. El del Noroeste no podía estar tan lejos, pues desde el suyo conseguía divisar lo que parecía el perfil de una chica haciendo piruetas. Cogió un papel arrugado y escrito por la parte de atrás y se puso a buscar algo con lo que escribir. Hacía tanto tiempo que no escribía ni dibujaba nada que se sorprendió de no tener ni idea de dónde buscar un lápiz o un boli o tiza o qué sé yo. Tanto registró rincones olvidados que dio con algo con lo que no hubiera querido dar.
Era el primer vinilo que le habían regalado, uno en el que Louis Armstrong cantaba con voz ronca y parecía estar a punto de expulsar a un espíritu bien malo de su interior. Fue su tío Tío quién le regaló ese vinilo. Hasta ese día, Javier nunca cayó en la cuenta de que no sabía el nombre real de su tío, pues cada vez que gritaba ¡Tío! siempre se giraba el mismo personaje con bigote. Tío tenía una papelería pero tuvo que coger la jubilación anticipada cuando la enfermedad se agravó. Padecía alucinaciones musicales. Escuchaba todo tipo de canciones en cu cabeza, primero un paso doble, después un villancico, el Bésame mucho versión Luís Miguel y el hit del verano, las encabalgaba como el mejor de los DJs, día y noche, todo el rato. Se volvió totalmente loco y llegó a arrastrar a su sobrino a la vorágine de la radiofórmula interna y perenne. Durante una buena época, el niño Javier no dejó de tararear el What a Wonderful Day de Louis Armstrong y la sintonía de un anuncio de muñecas que repetía ¡Qué buena pinta y para ti una cinta!. Encima eran temas que aborrecía y le daban ganas de dar cabezazos contra las farolas.
Un día estaba tan deprimido que se metió en el Metro. Se había pasado ya dos paradas de la suya cuando le despertó un Por su seguridad, esta estación está dotada de cámaras de videovigilancia. Le dio la impresión que estaba sumido en una escena de Blade Runner. Se sintió observado, utilizado, sometido. El futuro había llegado pero él todavía no estaba preparado para recibir en la ventana de su casa a un barco volador con pinta de restaurante chino. En su cabeza, una música techno insoportable firmaba convenios de colaboración con la asfixia y la claustrofobia. Imaginó que se estaban empezando a implantar chips en el cerebro a los recién nacidos para controlar sus movimientos, eran todos marionetas de hilos transparentes y ¡Él odiaba la ciencia ficción!. Ese día decidió que se iría a vivir al atolón Sudoeste. Aunque sabía que iba extrañar el aire acondicionado, ansiaba vivir en un islote prehistórico, instalarse allí con sus objetos más y ponerse más rojo que una toalla, roja.No se llevó el tocadiscos a la isla pero tenía una colección de más o menos 1.118 discos de vinilo. Los miraba por las noches y pasaba la mano por encima de sus portadas, tan suaves y frescas.

En el atolón Noroeste

Marnie cogió una toalla y se secó el sudor de la frente y de detrás de las rodillas. El sol se había movido y la sombrita en la que estaba haciendo ejercicio había desaparecido por completo. Cogió sus bártulos y se sentó en el escalón de la entrada de casa. Revivió en un momento cómo había llegado al atolón Noroeste y reconoció en voz alta que, a pesar de que la soledad a veces pesaba más que una caja de detergente de cinco kilos, estaba encantada de vivir allí.
Odiaba los respiraderos de la ciudad, esa especie de socavones carnívoros con rejillas que eructan aire caliente y le levantan a una las faldas. Siempre los rodeaba cuando se cruzaba con ellos, temía que la engullieran hacia dentro y la facturaran como a una Alícia destino el país de los subterráneos. Tenía la suerte de vivir en una calle por la que buceaba el metro y que, por si fuera poco, disponía de un maravilloso parking al que se accedía por una rampa monstruosa que llegaba directa al centro de la tierra. Los respiraderos invadían ceras y calzada, eran para Marnie como unas arenas movedizas que le provocaban náuseas justo al salir de su portal. Andaba de puntillas, respiraba hondo para no hiperventilar y convencía en voz baja a sus jugos gástricos para que se quedaran en casa. Le repugnaba la idea de tener un mundo insalubre de colillas y gasóleo superplus bajo sus pies. Una noche soñó que un camión de la basura paraba justo delante de la rampa del parking. Una brigada de cuatro, vestidos de amarillo y verde fosforito y humeantes de tabaco negro, descargaban una especie de rollitos de primavera gigantes del camión y los lanzaban por la rampa. Después miraban con jactancia a los rollitos mientras caían rodando y desaparecían en las profundidades, se frotaban las manos y se iban. Marnie se ponía a andar por la calle y hacía algo insólito, mirar hacia abajo. El interior de los respiraderos estaba plagado de rollitos desenrollados y el relleno antes secreto era una multitud de cadáveres que ahora se removían, se levantaban, cogían colillas del suelo y se las fumaban hasta socarrarse los labios. Uno de los muertos exrelleno de rollito gigante miró hacia arriba y la saludó. Marnie se levantó de un brinco de la cama y decidió hacer las maletas.
Image by Franca

domingo, 15 de julio de 2007

Descubriendo...

Curiosidad científica, me produce el silbido, que es puro estruendo y sale de la rozadura más banal de dedos y lenguas. Busca que te busca me dedico a buscar sin darme cuenta de que todo me encuentra, me veo de frente con lo que anhelé hace mucho y me cuesta discernirlo pero cuando lo hago, ¡ay cuando lo hago! que casi me deshago en preguntas sobre las respuestas venideras. Descubriendo me descubro a mí misma descubriendo y no tengo más remedio que concederme el beneplácito del ciego por exceso de paisajes ordenados, del ansia por el ansia y las trenzas de los indios. Juego de nuevo al aprender de cero y me emociono al revivir fases y pasar pantallas. Te buscaba, te encontré, me volteé como un caracol que se pregunta hecho un bolillo y las respuestas se deslizan por el tobogán de su propio cascarón. ¡Ay va! y es el eco de la voz que tanto me suena el que me abre los ojos y me ayuda a verte y descubrirme a mí misma descubriendo que te descubro.
Image by Sayaka

De chicas y profesiones

Primero quise ser princesa. Princeeesaaa, repetía con la boca abierta mientras buscaba amigos imaginarios en las paredes y mi abuela aprovechaba la disyuntiva para embutirme una nueva cucharada de lentejas indeseables. Porque son guapas, se llevan al chico, visten con puntillas, afinan un montón y tienen hadas madrinas que las llevan de paseo por las nubes. Sí, sí, princesa. Pero de repente, no se sabe por qué, una descubre que hay algo más allá del color rosa y la incomodidad de la sonrisa hemipléjica de los exponentes de la monarquía. Así fue como pasé al segundo grado de las profesiones recurrentes de las chicas con inquietudes y quise ser veterinaria. No sabía si especializarme en ardillas o en ciervos pero ninguno de ellos parecía dispuesto a dejarse salvar por mi espíritu altruista, así que acabé abriendo en el rincón de la salita una consulta de veterinaria generalista. Todo peluche sería bienvenido, fuera cual fuera su especie. Maestra, enfermera, misionera, peluquera, esteticién y se llega a la adolescencia con las bases del pluriempleo bien interiorizadas. Es entonces cuando el espíritu de la diosa etrusca del arte se apodera del sentido común de las chicas y todas quieren ser actrices y famosas, una vuelta a la soberanía del lucir palmito y la filosofía de los chicos que tocan la guitarra se enamoran de las del grupo de teatro. Era lo que tocaba, así que yo, como no, a luchar por el papel protagonista. De artista a guerrillera, claro, acuñando conceptos como “alternativo”, “underground” o “generación X”, mientras lo que anhelaba de verdad era al chico macarra que salía con la de tercero. Y fui revolucionaria hasta que lo conseguí, conseguí a mi macarra particular y me di cuenta de que el principio del macarra es el de ser medio obtuso y disfrazar su obtusidad con pantalones anchos, para que no se note. Éste, sin duda, es uno de los momentos clave del apredizaje de las chicas y sus profesiones, el momento en el que una se decide a superar el síndrome del macarrismo juvenil o se queda anclada en él para siempre. No puedo afirmar que yo lo superara al completo, de hecho, la verdad absoluta sobre los macarras tan sólo consiguió ensalzar mi lado profundo y en la profundidad buceé entre la presidencia de un país lejano, la fotografía, la escritura fantástica, el diseño de modas y el eclecticismo laboral en general.
Pero se crece y la vida decide ponerse a decidir y te hace camarera, secretaria, auxiliar, ayudante y jefa de otras muchas tan absortas como tú, sorprendidas de los ires y venires, los contratos temporales y los cambios de sentido. Las ofertas escasean o se ponen de acuerdo para atacar al unísono, mueres de hambre para después forrarte y acabar pensando en el tiempo que pasa y si la solución sería montar una casa rural para tener tiempo para pensar en el tiempo que ahora nos sobra.
Si fuera argentina, habría querido ser psicóloga o socorrista, pero yo nací en un dónde y en un cuándo y lo cierto es que la sombra de un nogal es la única que parece que entienda que AÚN NO SÉ A LO QUE DEDICARME.


La foto es de mi Lo querida…
…algún día volveremos.

domingo, 8 de julio de 2007

Agostos y excesos de una vaga enderezada

Hay lapsos de tiempo en los que soy incapaz de escribir. Vivo, digiero y escribo, es un proceso inconsciente e inevitable al que siempre suelo ampararme. Me digo, los habrá que sueñen, pero a mí no me basta. Yo miro y escucho y leo y trago saliva y, claro, hay que ser paciente porque antes llega el que avanza con calma.
Pero no, ya no creo más en legislaturas pasivas. Barbecho que mortifica, ganga de excusa de la vagancia literaria.
Hoy me niego a creer en el páramo, y es que siempre hay algo aunque sea maleza. Y entre maleza y maleza, algo habrá que merezca la pena. Está bien merodear y sobretodo vivir, es necesario vivir pero no para justificar la modorra de las yemas, es importante vivir y contarlo y equivocarse y tachar partes de la historia y vivirlas de nuevo para que esta vez sí, esta vez sí suenen consonantes y rimas y cimas de la cosecha descontrolada. Hoy me ventilo y lo solvento, escribiré en dobladillos dedicatorias infames a la ensaladilla rusa, bostezaré baladas hasta que los geranios se pochen de diabetes, perpetraré homenajes con Tipex en el primer ladrillo que se cruce por mi camino. Todo vale, las palabras casi nunca sobran. Este es el primer capítulo de los agostos y excesos de una vaga enderezada.

domingo, 17 de junio de 2007

Almería

Se muda la piel a un lugar donde huele a verano. Tiro de un extremo y me deshago del plástico que recubría mi paz, metamorfosis de píxels y cambio a una vida que ya no pincha. Respiro en el agua y tomo imágenes del fondo, cuando salga de aquí todo sabrá diferente, mucho más salado, más de verdad de la buena sin cubres ni cobros revertidos. No debo nada, ya nada sobra, se muda la piel y por fin soy libre.

lunes, 11 de junio de 2007

Por la noche

A cierta hora sólo llaman los bandoleros. Cabalgan por tu plaza, ya libre de tunantes, y aguardan en un rincón hasta que las luces se extinguen y las manchas se embrollan entre cortinas y celosías. Entonces entonan sus salmos mudos a las cuencas de tus ojos y buceas dormida a través de un hilo de lana y pestaña. Los relojes descuentan las horas y en vez de cruzarlos, los jardines de corales te atraviesan a ti hasta llegar a una celda de pelo de gato y cielo estrellado. Escuchas y exploras las profundidades de este caldo espeso de la pasión contenida. Los carros te conducen lejos, más lejos del sueño de la razón imaginable y se licuan las orejas hasta convertirte en pulpa. Los bandoleros cuelgan y se marchan trotando hacia la oscuridad contigo amontonada en su vasija. Buenas noches.

martes, 5 de junio de 2007

Recuerdos compartidos

No dije ni palabra hasta bien entrado el tercer año de mi vida. Ni mí, ni mu, ni ma, ni pa, ni ninguna otra onomatopeya que pudiera sugerir alguno de los conceptos del imaginario común de los bebés. Mis padres se preocuparon y a la hora del té debatían con sus compatriotas exiliados si es que los niños podían volverse mudos con el calor o si, tal vez, quien sabe, por la gloria de la reina, a lo mejor en las penínsulas les envolvía letargo lingüístico completamente desconocido en las islas de por arriba a mano izquierda… A nadie se le ocurrió que tres lenguas eran muchas. Y es que chupete en casa se decía diferente que en la guardería y la niñera hablaba raro y yo, que siempre he sido consecuente, no pensaba soltar ni prenda hasta tener claro en qué carai me estaban hablando…

Después llegó el cole. Por aquel entonces yo ya hablaba, alto y claro y casi de pito y todo. Mis padres tuvieron la genial idea de cambiar de ciudad, qué chispa la suya al escoger un destino tan cosmopolita y ecléctico, que si peras que si manzanas. El primer día de primero de primaria fui la primera en entrar al aula; vestida con bombachos, delgada de saludos, inédita e incógnita. Que es que en los párvulos se hacen lazos muy firmes y tú, con ese acento raro y esos pantalones cortos que parecen una falda, tú eres una rara que no veas y vas a ser, aunque sólo dure un rato, la diana ideal para estos catetos potenciales de pro. La maestra aporreaba la mesa con el lapicero y yo soñaba en canciones en tres idiomas, una ciudad con alas y nuevas modas de coletas sueltas y bombachos dorados.


Pero el cole sabía a menú sin postre. El piano, las letras, las artes, los muebles blandos de la casa de los tres ositos, no eran más que pasatiempos vagos para la mente fenicia de una comerciante con rizos sin dorar como yo. Siempre fui una visionaria, yo lo planeo y que trabajen otros. Lo vi claro y ejecuté con precisión. El ascensor modernista daba el disparo de salida, los invitados estaban llegando. Mis padres les daban la bienvenida a sus amigos queridos y yo reclutaba a mis hermanos tan queridos como menores para que desfilaran a mis órdenes. Ofrecíamos bebidas, espectáculo y pica-pica a un precio razonable; y ellos picaban, vaya si picaban. Mis hermanos no sabían de porcentajes, eran queridos pero sobretodo eran menores, así que directamente me forraba a su costa.

Trilingüe, a la moda y forrada, sólo dejaba de pensar en negocios en verano, aunque en realidad en mi casa siempre huela a verano. Pero cuando el calor apretaba, achinaba mis ojos gigantes de buda contento y me dejaba querer. Mamá pelaba unas zanahorias por la mañana, las metía en un tuperware y les añadía cubitos. Después de largo rato zapateando sin chancletas y chutando con el dedo gordo a mi hermano mulato y a todos los castillos de arena del frente marítimo gerundense, mi lengua ahumada pedía auxilio a gritos. Era entonces cuando mamá sonreía, asentía y las sacaba del enorme bolsón de playa de rejilla napolitana. Estaban fresquitas, crujían alivios y sabían a sálvame de esta sal inmunda… Mis lagrimales respiraban de nuevo sólo de verlas flotando otro año más en el agua congelada.

Mis amigas lo son tanto que a veces me acuerdo de sus recuerdos. Mi toalla roja, las zanahorias heladas de Tanya, los bombachos exóticos de Carla, los intríngulis del trilingüismo de Daniela, la explotación infantil que un día se le ocurrió a Blanca… los confundo, hago míos los suyos y les cedo a ellas también mi pasado. Espera, espera, ¿amigas o hermanas?... ya ni me acuerdo…

Image by Aya Takano

lunes, 4 de junio de 2007

Pelirrojas

Pelirrojas.
Blandas y cartílagos como una sepia.
Moquetas mansas en las que tumbarse, de vello fino de césped rosa.
Privativas y breves, pocas y pecas, que hasta las pestañas límpidas dejan paso a mares. Reserva de mares y escama arcana, que ni a sus dedos desvelan misterios.
Roja en el alma, blanca la bestia, mar en sus ojos, tersa de aire.
Hazme un abrigo de tus tentáculos.
Pelirroja roja de peluca suave.


collage, Julie Morstad, John William Waterhouse & unas sepias muy majas...

jueves, 31 de mayo de 2007

Prisa para nada

Me muero de la prisa. De verdad, de la prisa que tengo por llegar no sé dónde. Nací acelerada y ya nada me frena. Empiezo, me embalo, resbalo y me frustro por no haber llegado la primera a esa vaga meta de pancartas en rojo y amigos aplaudiendo y silbando con mil dedos. Me muero de la prisa, no concibo los tiempos de espera, las revistas me parecen un condimento desatinado para la expectación esperanzada de algo que no sé qué es pero que mira que tarda. Estás tardando, ser inmundo que no sé si existe. Parece que te explayas retrasándote, me figuro que me plantas y estallo de furia que verás como te pille.
Tengo prisa por llegar y justo hoy, ya ves, la china, hoy salen más tarde los autobuses.
Salen tan tarde que ni entiendo la hora y grito calamidades para que al menos todo este ardor tome una forma definida y se fugue en el aire para que otros lo respiren por mí. Me miro el reloj y pienso en la prisa. La prisa por llegar a ser lo que quiero, la prisa por saber si estoy en el buen camino, la prisa por que un valiente cualquiera me asegure que esta vez sí, que no habrá más cambios, que ya he llegado o que al menos ya se sabe hasta cuando es el retraso. Tengo prisa por que alguien se moje y me augure destinos, panocha y colines o granja de gatos o qué sé yo, que se moje, lo diga o calle por siempre y fin de la fiesta.
Y es entonces cuando pienso en ella, algo dentro de mí se calma y el engranaje frena de golpe. Las ruedas se ríen y brindan con zumo. Me muero de la risa y ya no sé por qué corría. Ya no tengo ninguna prisa por llegar porque ella me confirma que siempre se llega. Le cuento que justo hoy, ya ves, la vida, hoy salían más tarde los autobuses. Salían tan tarde que ni entendí la hora y empiezo a pensar que los perdí adrede por quedarme un rato más a charlar con ella. Canto trivialidades para que todo este sosiego tome una forma definida y se fugue en el aire para que otros se lo beban mezclado con manzanilla.
Le pregunto si llegaré a ser lo que quiero y me dice que claro, que nací testaruda. Le pregunto si estoy en el buen camino y responde que siempre y que debería dar gracias a los cambios. Le pido que se moje y zambulle su cola de pez hasta que sale del agua arrugada de tiempo. Me dice que ya ha estado en el fin de la fiesta, que no me preocupe por las mazorcas, que viva, despacio, templado y profundo. Que lance al vuelo las revistas de espera, que nadie llega tarde si labra con minucia, que no espero a nadie más que a mí misma, que hasta la muerte prorroga la siesta de quien pinta, sin prisa, pancartas en rojo.
Y me muero de la risa. De verdad, de la risa de querer llegar algún día, no sé cuándo, a volver a verla viva, sabia, alegre. De apoyar de nuevo la cabeza en sus rodillas y pedirle que me cuente que yo ya no tengo prisa.