sábado, 26 de febrero de 2011

los adoquines se han movido
calzo un 45 y nunca antes se me había colado el pie entre tus ranuras
no te puedes fiar ni de los puzzles ni del suelo que pisas
iba sumido en tu recuerdo, en esos días de viento asesino y labios escocidos de pipas
esos días de confesiones en las rocas
de olas que esperaban al fin de tu relato para estallar después en piezas de motor
he recordado el frío que sentía a tu lado, la cáscara
y me he dado cuenta de que sólo el sol podía derretirte
me he entregado a la mañana, al desayuno, al sol estrellado con bacon refrito
me he dado a la vida, a esa vida que ya no escribo por miedo a cambiarla
ante un papel en blanco han ardido mis ojos y lo he sentido
he notado como explotabas,
lava dorada escurriéndose, encharcando la cuneta
y después una brisa
los dedos de mis pies se han separado
la brisa ha templado el centro de la tierra y su engranaje ha vuelto del café
hemos girado hasta la tarde, me he animado a seguir viviendo para no tener que volver a escribir
y va y se mueven los adoquines
los adoquines se han movido y mis pies del 45 han tropezado con tu furia templada
mis piernas se han roto como se rompen las pipas
primero en dos, después en cien
se han roto como una ola inesperada
sólo espero, por una vez, haberte fastidiado el final del relato.

martes, 4 de enero de 2011

Muerte en Arkansas

Irma se chupa los dedos en plena calle. Odia la sensación de lija que te deja la tiza después de dibujar el cielo. Se los chupa bien y 1 y 2 a pata coja, 3 y 4 con las dos piernas, 5, 6 y un pájaro negro con pinta de cachorro se estampa contra el cielo. Del cielo al cielo, qué vida tan corta. Irma no comparte el cinismo del destino. Qué cruel, piensa.
Recoge al pájaro con sus manos de saliva. Le da un beso y lo deja en la acera para seguir saltando. 1 y 2, a pata coja, 3 y 4 con las dos piernas, 5, 6 y ¡cielo! Y 6, 5, 4 y 3, 2 y 1. Su madre la llama y ella se convierte en una pesimista hasta que cumple los 13.

A y G se han ido al parque. G está cansada de tanta rutina, le ha dicho a A que ya basta, que así no puede. Siempre en chándal, siempre a deshora, siempre quejándose de lo malo que es trabajar en un sitio cerrado, con ese olor a metro que tiene el metro. G le ha dicho que sí, los metros huelen a metro, las casas a casa y las cajas a muerto.
A no lo ha entendido pero ha pensado que es mejor tenerla contenta. Se ha quitado el chándal, la ha llevado al parque, se han tumbado en la hierba y han vuelto a casa a los cinco minutos, después de que veinte pájaros negros les cayeran muertos encima. Cadáver, esto nuestro está cadáver, ha concluido G observando a un mirlo agonizante.

Leo no entiende las integrales. Su madre se emperra pero él no lo entiende. Ayer vio los fuegos artificiales desde la habitación. Habían quedado todos para pillar unas cervezas y acercarse juntos al muelle pero Leo no apareció. Esta mañana ninguno de sus colegas se lo ha recriminado, todos suben fotos y se dejan comentarios sobre lo grande que fue la noche. Rebeca se enrolló con otro y nadie parece recordar que a Leo podría dolerle.
Leo se levanta de su silla y se conecta a la Play. De espaldas a la ventana, no ve como cientos de mirlos caen del cielo y se incrustan en el suelo. Parece que últimamente Leo se pierde todo lo bueno.

Pedro llegó a Arkansas el mes pasado. Barre las calles de madrugada, después de que su jefe le recuerde que debe ser más agradecido. Métete en Google para ver quién es Pamela Anderson, un poco de cultura popular no le viene mal a nadie, recita a diario.
Pedro empieza su turno a las 3 y termina a las 10. A las 10 y 10 se va a la biblioteca y estudia a los clásicos para sacarse el bachillerato.
A las 9 y 55 de la mañana, llueven 5.000 mirlos muertos y le joden la jornada.

Llevaban unos días debatiéndolo en el consejo. Esto ya no merece la pena, decían algunos. Las líneas de alta tensión, los canales secos, el vertedero que crece y las lombrices que cada vez saben menos.
Hay que hacerlo impactante, opinaban otros. Hacernos oír, que no puedan achacarlo a una compañía sino a la condición humana al completo. Que no encuentren una excusa, que es un suicidio voluntario, ¡ya no queremos vivir más con vosotros, sois insoportables!
Decidieron la fecha y lo llevaron a cabo pero su hazaña pasó desapercibida. “5.000 mirlos mueren de estrés a causa de los fuegos artificiales de año nuevo”.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Delhirando

Una familia india finge estar posando para una foto mientras el fotógrafo, un joven que no puede contener la risa, desvía su cámara para arrebatarme unas imágenes furtivas. Mi acompañante se coloca detrás del chico y le echa un ojo a su pantalla. En efecto, me está encuadrando a mí. El segundo paso es preguntarme Sorry Mam, can I take a picture of you? Y yo, claro, poso y sonrío y cedo a sus peticiones alegremente.
Después de comprobar mi actitud colaboradora, la madre, la abuela, el tío, la tía, las cuatro hermanas, los sobrinos y cuñados y primos y primas, se abalanzan soltando grititos. Primero con los chicos, luego con las chicas, ahora con los niños. Me pasan a su bebé para que la sostenga mientras suelto mi enésimo “cheese”. La abuela me toca el pelo amarillo mientras dice Aaaahhhh... y las mujeres se tapan los dientes mientras sus maridos hacen chistes sobre occidentales muy graciosos, o eso creo.

Y yo pienso...

Pongamos que una familia india media logra costearse unas vacaciones, aunque sean en territorio nacional, una media de una o dos veces en toda su vida. Dichas vacaciones se convierten en una especie de hito, una fecha digna de ser recordada y festjada. Digamos entonces que dicha familia india media revisa las fotografías de sus maravillosas vacaciones, aunque sean en territorio nacional, una media de una o dos veces al año. Teniendo en cuenta que la media de vida de la población india es de 63 a 65 años, puede que esta familia vuelva a ver sus preciadas fotografrías de las vacaciones en territorio nacional que tanta envidia despiertan entre sus vecinos unas 60 veces a lo largo de sus vidas (quitando años de paludismo, malaria o revueltas varias que hayan impedido que se lleve a cabo la ya tradición familiar). Si en este viaje, unas 50 familias indias se han fotografiado conmigo…me pregunto cuántas veces estaré en la retina de esta gente. 50 familias * 10 integrantes * 60 revisiones de las fotos * 2 retinas = 60.000 exposiciones de mi rostro amarillo.

Y este insólito hecho me convierte sin comerlo ni beberlo en ¡una nueva celebrity mundial! Señora, ¿quiere un autógrafo también?

Un poco de narcisismo no le viene mal a nadie, después de mis cálculos me siento estupendamente. Nunca seré tan famosa como Hánuman, su omnipresente Dios mono, pero me conformo con esta popularidad contenida que me han brindado los genes que me hacen rubia. Por los siglos de los siglos seguiré apareciendo en las fotos de esta gente, sonriendo, sudando la gota gorda y con una mordedura de hormiga mutante en el tobillo.

Del Delhirio de Delhi a la posteridad…

lunes, 27 de septiembre de 2010

Reply all

Tengo un nuevo vídeo a concurso en Femitic 2010.
¡Animaros!, ¡solamente hay que inscribirse para poderlo votar!
Muchas gracias a todas mis primas, hermanas y demás familiares que habéis participado...¡força niñas!

lunes, 20 de septiembre de 2010

Taradas

Mi amiga Viviana acaba de lanzar esta estupenda novela...¡os la recomiendo!

Sobre las mujeres taradas

¿Alguna vez te has parado a pensar qué ocurriría si fuéramos capaces de leer la mente de la gente que nos rodea? Con total seguridad descubriríamos que aquellos que conocemos son más complejos de lo que pensábamos, más oscuros, más peligrosos. Y sentiríamos una vergüenza terrible al desvelar nuestras pequeñas obsesiones, complejos e ideas políticamente incorrectas. Sacar a la luz el pequeño monstruo que habita las cuatro protagonistas de Taradas fue mi objetivo inicial al escribir mi primera novela, pero la historia evoluciona imprevisiblemente como barco a la deriva, según los caprichos inimaginables de los antiguos dioses griegos.
Taradas es la historia de sentimientos inefables, de la arbitrariedad de la suerte, del relativismo de la bondad o maldad del hombre. Porque, no nos engañemos, la normalidad no existe y es tan sólo una cuestión estadística, por eso mi primera novela está creada a partir de personajes genuinos y auténticos. Taradas es pornográfica porque el lector es un mirón que contempla los pensamientos desnudos de las protagonistas. La relación entre lector y personaje es íntima y a veces sórdida. También hay lirismo. He usado todos los recursos al alcance de mi mano para crear personajes reales, de carne y hueso con infancia y familia. Como en un abanico de colores, o en una escala de sonidos, no he tenido miedo de mezclar los graves y los agudos, el lenguaje poético y el soez. Esta contradicción no sólo es palpable en el estilo sino también en los personajes. Las cuatro chicas tienen zonas de sombra, claroscuros, agujeros negros como los del universo en los que no se sabe con exactitud lo que ocurre. La geografía de mis personajes incluye acantilados de mares agitados y enfurecidos a los que se asoman con cierta frecuencia.
Virginia es una joven ávida de sensaciones, con un alma inflamable que arde con facilidad, hedonista y dolorosa con un gran apetito por lo volátil y lo bello.
Carla es la más romántica y enamoradiza. Obsesiva e insegura de alma fluorescente que brilla con fulgor en la noche y permanece dormida y mate durante el día.
Silvia es reflexiva, con un alma frondosa pero frágil y una visión dramática de la vida. Su tragedia es contemplarse como un personaje secundario de su propia vida.
Esther es intimidatoria y altiva, descreída porque ha perdido la fe en casi todo, escéptica y a veces cruel.
Al relatar la vida de cuatro chicas jóvenes a menudo me preguntan si he escrito “algo similar a Sexo en Nueva York, Mujeres desesperadas o El diario de Bridget Jones” Rotundamente no. Taradas es una novela femenina y fresca pero no frivoliza con las relaciones hombre-mujer, ni ridiculiza a los hombres. Además las vidas de mis protagonistas no giran alrededor de un hombre. El amor es una pieza más pero de ningún modo la más importante de este puzzle. Taradas no es una obra feminista ni de crítica social. No hay moraleja, ni una estructura clásica con planteamiento, nudo y desenlace. Las chicas que retrato no representan a la sociedad aunque sean modelos relativamente frecuentes en ella. Vemos una juventud que siente fascinación por lo dionisiaco, con la necesidad de encontrar su sitito pero que a diferencia de muchos jóvenes no busca la identidad a través de un grupo sino que hace una carrera en solitario. También hay una pulsión por la destrucción y la muerte.
Taradas es para mí un experimento. Quería probarme como escritora escribiendo sobre lo que me gustaba, con una estructura original, frases cortas, metáforas nada artificiosas, historias ágiles, cruzadas, muchos personajes. Cuando tuve que escribir una sinopsis hice lo que la mayoría de los escritores: simplificar y deshumanizar a las protagonistas, poner etiquetas e intentar dar una explicación lógica a las caóticas y veleidosas relaciones humanas. Pero si de verdad quieres saber de qué va Taradas no tendrás más remedio que leerla.

Por Viviana Fernandez

http://www.edicionescarena.org/cont/273

sábado, 15 de mayo de 2010

RN-40

No hay tanto pan en el mundo como para dejar rastro en esta carretera, la única en la que Hansel y Gretel podrían distraerse con el primer soplido de la tarde, la RN-40.

Árida, ondulada, descomunal.

De abajo a arriba o de arriba abajo. Tan fácil el planteamiento que apetece incluso perderse en una recta. Una recta fina que cruza la Patagonia en un bocadillo.

Cruje la costra de su estéril paisaje y la miga te deja en Babia con sus atardeceres blandos de yema de huevo.

La RN-40 va de la nada al todo en varios días, pero en un único parpadeo. Su capa de brillo y joya salvaje te deja absorto como a una urraca cuatrera.

Y ahí estás tú, solo, solo con tu reflejo en el asfalto. Solo con los gritos de los guanacos. Solo con la danzas de los ñandúes.

La estepa, la calma, los lagos, los montes escarpados como cartílagos de un Dios en ayunas. Ahí estás tú bien solo sintiendo la compañía de algo tan grande que no cabe en tu bolsa de pan, equipaje de tontos.

El horizonte es un encantador de serpientes borrosas y tú te vas a casa creyendo que eres miope. Que ni Hansel ni Gretel vencerían nunca a esta carretera trazada desde las alturas. Ni ellos ni tú, ni un cuchillo de sierra.

martes, 22 de septiembre de 2009

La Fuga de Maritere

Todavía recordaba aquella sensación. La sensación de fin, de hasta aquí he llegado, de basta, de ahora o nunca, de mí depende, por mí lo hago. Cuando las luces del museo se apagaron reconoció algo nuevo en el cuello del estómago, una sacudida, un presagio orgánico, un grito a la evacuación. María Teresa intentó de nuevo mover las manos, ésas que llevaba queriendo mover desde hacía más de 350 años. Pero esta vez fue diferente que todas las demás. Esta vez sus dedos se curvaron e inesperadamente descascarillaron las primeras capas de pintura. ¡Dios mío! Tras un alarido de angustia embarnizada, María Teresa logró desperezar también el cuello. ¡Ave María Purísima! A trompicones, convulsa hasta la médula espinal, la de Austria empezó a mover articulación tras articulación. Los pedazos de lienzo se desplomaban al suelo como migas de pan. La excitación rompiendo a martillazos un cuerpo agarrotado. Había estado tanto tiempo comprimida entre aquellas cuatro fronteras que no se creía capaz de dar el paso, de dar el paso que….¡Maritere! , ¡que ya estás fuera!

Un miedo atroz se apoderó del cuadro. Ya sólo, viendo desde dentro a su única protagonista. ¡Señora, que yo sin vos muero! Lo que llevaba siendo la fuga momentánea de una niña malcriada se había convertido en una realidad palpable, de tres dimensiones. Infanta de España y Reina consorte de Francia, allí estaba, sin zapatos, en medio de una sala del Prado con la sonrisa meditada y altiva que al repollo de Velázquez se le había antojado dibujarle. ¡Maritere!
Mientras corría por los pasillos se iba despojando de los condicionales, de las adversativas, del imperativo cruel que la tenía sometida en las garras del arte. Y mientras seguía corriendo fue liberándose también de los ropajes opresores que le impedían la carcajada. ¡A la mierda la moda parisina!, ¡a la mierda este traje de mesa camilla!, ¡te odio jodido corsé de flejes de acero!, ¡muerte a las faldas con aros de hierro!, ¡al infierno las siete putas enaguas!, ¡soy alguien!, ¡soy yo!, ¡Maritere!
Cogió carrerilla y patinó desnuda por los suelos encerados de esa morgue que pensaba abandonar a la de una, a la de dos… y adiós.
En su nueva guarida del Ampurdán, la memoria le devolvió cada detalle de su huida. Recordando, volvió a estremecerse como aquel primer día de frío en Madrid. Al peso de sus ropajes le había sustituido el peso de la libertad. Y la libertad, majestad, tenía el sabor metálico de la alcachofa: agradable, seductor, complicado, mala bestia. El camino había sido pedregoso, sí, pero no cambiaba ni uno solo de sus tropiezos.
Había llorado y había cantado. Había follado con artistas y se había casado con alpinistas. Había conocido a guerrilleros y jugado a los enredos. Había posado ante cientos de cámaras sedientas y las había satisfecho. Había fumado en pipa y visto cine de terror. Había viajado a África y había probado las ensaimadas del horno de Herminia. Había experimentado el paso del tiempo y había asumido que sus carnes caídas daban ya palmadas.
Libertad para huir, libertad para sucumbir.
Sorbió apenas un suspiro de su copa de vino dulce y decidió hablar. “Sólo os pido que dejéis la tapa de mi tumba abierta y que no me pintéis. Ni capas, ni atuendos, ni Marie Thérèse d’Autriche que valgan. Sólo yo. Sólo Maritere. Una vieja arrugada pero libre de culpas. Que vengan a verme todos. Que se rían de mis defectos. Que los niños jueguen con sus coches de policía en los surcos torcidos de mi escote real. Que me vean y después me olviden. Que sepan que sólo yo decidí que hoy me iba a morir”. A la de una, a la de dos… y adiós.

Imágenes e idea original de de Ana Madrid
http://www.picospardos.net/index.php?/project/la-fuga-de-mtere/