
Pero es que no se puede ser tan cobarde como para expulsar críticas sañudas a los que sabes mejores que tú. No es más valiente reprochar que asumir, de ninguna de las maneras. No me valen los iluminados que todo lo saben, que todo lo mejoran y que al llegar a casa lanzan dardos sobre tus narices para que no llegues a saber nunca, para que no mejores más que ellos, menudo miedo de que conozcas demasiadas debilidades… Buuu… Soy un fantasma…
Y es que también hay que ponerle cojones para decir la verdad de un modo educado, no es más valiente el que declara sin decoro. Y basta ya de los que van de sinceros y se escudan en ello para soltar barbaridades. Porque eso no es ser bueno, es ser pérfido y albergar muy poco amor por las nuececillas que intentan superarse.
Y para finalizar, algo que por personal no es menos sentido: no se puede ser tan cobarde como para forrar tus libros con papel de regalo para que no se arruguen las tapas blandas de tu nueva adquisición de bolsillo. Hay que ponerle cojones, hombre, los libros hay que vivirlos, olerlos y palparlos. ¡Qué de escudos y vergüenzas!, más vale perder la batalla con honor que limpiar en casa las lunas manchadas de un barro ajeno.
Mary, eres la mejor.
4 comentarios:
Que puedo decirte...me has emocionado con tus palabras
No sé de quién hablas pero es que tienes tanta razón...
Además,así dicho, todavía más.
Si de algo puedo yo alardear es de aceptar mis debilidades con toda la elegancia del mundo. Cuesta, pero hace la vida de uno mil vece más real y relajada.
Besitos.
Yo también soy una nuececilla que intenta superarse...
creo ke lo leeré siempre k este de bajón! me ha encantando!
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