martes, 20 de noviembre de 2007

Es un milagro tener tiempo para leer cuentos

Llevaba tiempo sucediendo, los cambios en el barrio habían empezado con un inapreciable chasquido de la lengua contra el paladar del Señor Mott, “tsch”, acaudalado bigotudo de poco escrúpulo y mano sudorosa.
Tras el chasquido, todo fueron tejemanejes. Primero el Señor Mott compró la tienda de legumbres del viejo Bernie para abrir una guardería canina.
- ¿Qué querías que hiciera, Klaus? Me compró las alubias a 1.000 billetes el zapato.
- Eso tuyo de pesar la mercancía con zapatos…
- Zapatos no, ¡zapato!, todo pesa un zapato o medio zapato, así la gente no te viene con tonterías…250 gramos y pico, ¡anda ya!
- Ya, pero tú no querías vender…
- ¿Y quién habría cuidado del bandarra de Cordón? Yo ya estaba a punto de jubilarme y cualquier día estiro la pata…ahora al menos tengo suficiente para dejarlo bien cuidado en la guardería canina, bandarra Cordón, pobre porvenir para la orfandad…
La siguiente en caer en las redes del progreso fue Morissette, peluquera haitiana que nunca había tocado tanto dinero junto como cuando metió la mano en el bolsillo del Señor Mott.
- Ai Klaus, aquello palpaba como la seda bordada de Dominicana, puro lujo caribeño.
Desalojados los secadores, se abrió un take away de comida rusa en el que contrataron a la misma Morissette como jefa de cocina.

Klaus volvía a casa un jueves rosa-palo pensando en el feng shui, ¿por qué no lo aplicaban también a la decoración urbana? Aquel barrio no tenía ninguna pinta de estar orientado hacia el lado correcto…Al girar la esquina divisó una enorme alfombra roja en el suelo, repleta de regalitos infames de los pequeños usuarios de la guardería cercana. La alfombra llevaba directamente a un nuevo comercio “La tienda de Milagros”. Un tablón de anuncios informaba de que en su interior se impartían cursos de milagros, 6 sesiones, infalibles. Klaus negó más de tres veces y se fue a por unos pinchos de huevas de salmón, nadie los hacía como la haitiana.
- ¿Has visto lo del curso de milagros?
- Sí, justo acabo de verlo. ¿Esto también ha sido cosa de tu mecenas Mott?
- ¡Claro!, ¡es él el que da el curso!
- Lo que nos faltaba…
- Va en serio, mon petit Klausette, él mismo utilizó los milagros para enriquecerse, y no se puede decir que le haya ido mal, ¿verdad?, ¿nos apuntamos?
Las huevas le parecieron pelotas jugando a la petanca en su propio esófago.

Klaus ni siquiera recordaba el momento en que le convencieron pero el caso es que allí estaba, en la primera sesión del curso de milagros. Bernie, Morissette, Klaus, un ruso de nombre incomprensible que trabajaba como repartidor en el take away y Page, la hija adolescente del Señor Mott a quién Morissette no podía dejar de mirar.
- Parece que vaya pintada como un fantasma.
- Shhht, chitón. A ver si nos oye el jefe y nos echa de aquí a patadas – Bernie sudaba.
- Una vez a mi tía Frances se le apareció un fantasma igualito…
- ¡Mo!, ¡ri!, ¡ssette!
El Señor Mott entró en la sala con un pose ilustre y Morissette carraspeó, tontaina.
- Buenas noches y bienvenidos al primer curso de Milagros de esta humilde escuela…
- No te enrolles, papá – soltó Page.
- ¡Tsch! – alegó el padre, cuya imagen había perdido credibilidad en cuestión de un chasquido de lengua contra paladar.
El Señor Mott enumeró con pulcritud las bases teóricas del milagro contemporáneo y, para sorpresa de Klaus, éstas parecieron fundadas e incluso ¿científicas? Tras una breve introducción, pidió a los asistentes que dijeran en voz alta los milagros que perseguían.
- ¿Morisette?
- Yo quiero…mmm…yo quiero que el negocio fructifique y me venda usted una franquicia del tekiguey.
- ¿Señor Rogeliostripokonov?
- Cocinero jefe – comentario al que siguió la mirada desconfiada de Morissette, pues a ella nadie le quitaba el trabajo, ni un ruso venido de la misma Rusia.
- ¿Bernie?
- Que mi perro Cordón, bandarra Cordón, sea como un diccionario de sinónimos.
- Pero para eso tendría que hablar o escribir y que hable o escriba convierte el milagro en dos.
- ¿Eh?, Ah, pueees, entonces, que aprenda a escribir.
- ¿Klaus?
- Que el barrio vuelva a ser bonito.
- ¿Page?
- Que esto se acabe pronto y me compres la moto que me prometiste.

Maestro y alumnos se esforzaron mucho en las 5 siguientes sesiones. Los aspirantes fueron instruidos en alquimia, artes marciales, lógica filosófica, papiroflexia y repostería; disciplinas que aparentemente no tenían nada que ver con los milagros pero que, según el Señor Mott, eran cruciales para curtir a los decididos candidatos.
En la última sesión, el maestro lloró y abrazó durante zapato y medio a todos y cada uno de los alumnos. Incluso Page se mostró más humana aquel día y acabó besando el bigote de su padre, quien no dejaba de sudar de alegría. Los alumnos se sentían plenos, avasallados, ninguno había cometido milagro todavía pero eso era lo de menos. El Señor Mott les había unido para siempre, había sido un curso breve pero extrañamente especial. Salieron por la puerta riéndose a carcajadas y fue Klaus el primero en darse cuenta:
- Page, creo que esta moto con lazo lleva tu nombre en las llantas…
- ¡Se ha acabado el curso y tienes una moto nueva!, ¡Es tu milagro! – gritó Morisette emocionada.
Todos saltaron alto, las farolas parecían flexos. Después de una nueva sesión de besos, se separaron y se fueron cada uno por su lado.
Cuando Bernie llegó a casa, dejó su abrigo y se abalanzó sobre la butaca, ¡Cordón Bandarra! Cordón apareció moviendo la cola y luciendo un papelito sujeto al collar en el que ponía “Macarra, Gamberro”.
- ¡Dios mío, el perro ha aprendido a escribir y además busca sinónimos!, ¡esto son dos milagros en uno! Jubilado y listito para la beatificación, éste barrio es la monda…

Al día siguiente el Señor Mott le dio la noticia a Morissette, el negoció iba viento en popa y era el momento de que ella se encargara de su propia franquicia.
- Ay Señor Mott, ¿no hará esto porque yo se lo pedí en el curso de milagros? De verdad que no tiene usted ninguna necesidad…
- Que no, que no, de veras, si es que nadie cocina como tú las huevas en esta ciudad. Lo único que te pido es que tú misma escojas al nuevo personal…y tendrás que instruir al cocinero jefe para la tienda que vayas a dejar.
Morisette miró de reojo al ruso de nombre incomprensible.
- ¡Eh, ruso! Tengo un milagrito para ti… - y el ruso le propinó un beso de tornillo para cerrar el pacto.
Klaus estaba esperando fuera del take away al Señor Mott, tal y como él le había pedido. El Señor Mott salió de la tienda con la boca llena de huevas.
- Perdón, tenía unos asuntos pendientes….tal y como te iba diciendo, Klaus, necesito un asesor para emplear todo este patrimonio mío. Tengo un humilde proyecto: mejorar el barrio y poco a poco irlo dejando bonito…

7 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces yo también tengo la sensación de que la ciudad en la que vivo está orientada hacia el lado incorrecto sólo que hace tiempo que dejé de creer en los milagros... hasta que descubri tu blog, pequeña, es mi milagro de cada día! Por favor, nunca dejes de escribir.

Lola García dijo...

Ay! Pero qué maravilla!! Pero qué cinco minutos mágicos!!
Estoy de acuerdo con tu fan de arriba que ya no cree en los milagros, esto es precioso!!
Estoy viendo el barrio, el takiguey, la moto y Morrisette en la cocina haciendo pinchos de huevas de salmón, todo. Los personajes. Hay que hacer una peli, en plan Amelie, de este cuento.
Ay...y has utilizado las palabras bandarra y gamberro, por favor, mis prefes.
Que sepas que sigo muriéndome por leer tu guión.
Lola.

Anónimo dijo...

gracias amores!!
eb.

didi dj dijo...

que guay!!a mi me han encantado...dale gas!!fue maravilloso...y una pena no ver a love of lesbian entero,cachis...,un saludo maja!;)

Anónimo dijo...

Hermoso cuento sí señor. Precioso.

Unknown dijo...

Caundo vuelva de currar te leo tranquilamente. Gracias por la visita!

Ana Vega dijo...

Magico, me ha gustado. Quedas fichada.
Abrazo grande